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20120520

AFDA 18


PORTAVOZ DE MAGISTERIO Y ESTILO


----- 1 DE JUNIO -----

NÚMERO DIECIOCHO


ÍNDICE. AFDA, 1 de junio, 2012. 
Pregón: En tiempo de oscuridades, primero, definir.
Reflexión: Parábola del viento que pasa y del árbol que se queda. CUR
Hemos leído-hemos oído: El violonchelista de Sarajevo. Jesús Juárez
Nuestra Escuela de Vanguardia: Treinta años en camino.Teódulo
Rincón de Apuleyo y de nuestros poetas: A Cayetana en su Primera Comunión. Apuleyo
Soneto desde el sentimiento: Brindis en Málaga. Ángel Hernández
Palabras para una brújula paulina: Elogio de la lectura. Apuleyo
Nuestro castillo interior: Oración en una primavera. José García Nieto. Eduardo Malvido
Afderías: Playerías. AH
Cartel EP 2012: Málaga, 8-10 de junio 2012.


ADDENDA
Una frase bíblica al mes: Hazle honor a tu Nombre. Sal 115,1.QerhuteV
Documentos de oro: ¿Qué es el estilo? Manuel García Morente.
                                De cathechizandis rudibus. 
Colaboraciones: Cómo leer un cuadro. Ficha técnica. J M Gutiérrez Bravo. 
La Escuela Ilusionada: Vademécum del profesor de la escuela ilusionada (VI).Ramiro Duque de Aza
Nuestra escuela de vanguardia: Claves didácticas: La boca. CUR  
Me bajo un rato a la calle: Memorias de un preadolescente en el Madrid de los cincuenta. Mi barrio, III. AH.
Hemos leído: Añadir vida a los días. Salvador Egea Solórzano 
Patio de recreo: La Viña (V). Ricardo Llull
Colaboraciones: Órgano y liturgia. Auxencio Muñoz
EP 2012: Cartel. Programa. Revuelto malagueño.



PREGÓN


EN TIEMPO DE OSCURIDADES, PRIMERO, DEFINIR

Dos tareas de urgencia y de fondo:

  1.  Remontaremos la decadencia nacional en la que nos hemos zambullido, por culpa de los de arriba y por desidia de los de abajo, nuestra. Ante Dios nadie se libra de la responsabilidad que le corresponde.
  2.   Por otra parte, ahora se nos convoca para una nueva evangelización.

El volver la Patria a su lugar en la Historia y el alistarse en la apostólica milicia de la nueva evangelización del mundo piden, en primer lugar y de manera imperiosamente previa, que se defina la Patria y que se defina el ser de cristianos. Hay que empezar por algo tan elemental como son los conceptos.
Se han revuelto las aguas y se imponen la claridad y los ojos claros.

  •           Para lo primero, empiécese por leer el documento de oro de este número 18 de AFDA. Es un avance. Luego, pásase, si se quiere más claridad, a la “Idea de la Hispanidad” del mismo clarividente maestro de pensamiento, Manuel García Morente.
  •      En cuanto a la segunda urgencia de fondo, piénsese despacio qué clase de discípulos, id est, de cristianos, se nos manda hacer (“Id y haced discípulos de todas las naciones”, Mt 28,19).


Nosotros servimos al Dios verdadero, al que efectivamente lo es, el que sea. No somos una “religión” que se abraza porque hasta nos parece buena y somos libres para elegir. No es cierto que seamos libres ante Dios. Nuestra libertad está en servir no desde nuestra elección, sino desde donde Dios quiere ser servido y a Quien es de verdad, la Verdad.

La libertad no está en nosotros, viene de Dios, Él la da, sólo Él nos hace libres. A Él estamos rendidos.

Si somos católicos es porque la resurrección de Jesús, su maravillosa doctrina y otras certezas divinas que acompañan a la Iglesia nos muestran el camino del Dios verdadero.

Hemos sido contemporáneos de gentes que se entregaban al sufrimiento, a la ascesis y a prácticas hechas, sin atreverse a la libertad de adorar al Dios verdadero, el que sea, el que es. Nos echaban en cara nuestra libertad ante la presión de las ascesis recibidas y el volar sólo al Dios que sea Dios. No en otro, sino en el cielo de Dios verdadero queremos seguir volando hacia Él y estará nuestra evangelización.

Los corolarios de esta definición de católicos, es decir, de cristianos auténticos, nos llevarán, entre otras urgencias de raíz: 

      1ª A quien verdaderamente es Dios, meta de nuestro servicio y razón de ser y , ahora, de la nueva evangelización por nuestra parte y

    2ª A darle la razón a García Morente cuando señala como ideal del español el caballero cristiano. Quede apuntado.   
  

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PARÁBOLA DEL VIENTO QUE PASA

                                Y DEL ÁRBOL QUE SE QUEDA


El viento le dijo al árbol:
-      Vente conmigo. Vámonos de viaje. Estoy dando la vuelta al mundo. Te espero, que hoy no llevo prisa.

El árbol se echo a reír (los árboles se ríen moviendo sus hojas) y le contestó al viento:
-    Sigue tu camino, amigo viento. Yo sirvo de plaza y patio de recreo a muchos pájaros,             soy la casa de algunos y el teatro de la ópera de los que saben cantar, que son todos. Dime, ¿dónde irían si yo me largo de aquí y me voy a recorrer el mundo contigo?

Además, con las raíces fuera de la tierra, ni echaría hojas verdes, ni madurarían mis frutos y acabaría por no dar sombra.

Sigue tu camino, amigo viento. Mi sitio está aquí. Cuando vengas otra vez, cuéntame lo que viste en tus correrías por el mundo. Yo te diré lo que me cuentan cantando los pájaros, lo que escuchan mis raíces pegado su oído a la tierra, lo que sueñan en voz baja los hombres del campo que en verano duermen apoyados en mi tronco a la hora de la siesta del mediodía.

Te espero con mis raíces un poco más sujetas al suelo, con mi tronco aún más fuerte y en pie  y mis ramas numerosas en alto y vivas.

Si vienes en buen tiempo, me encontrarás con mil hojas verdes y quizá con frutos ya maduros. Siempre podrás pararte unos instantes y entrar y moverte dentro de mi copa para charlar conmigo (el viento a ratos susurra armonioso y a ratos canta poderoso al pasar por el arpa de las ramas de los árboles). Prosigue, luego, tu incansable marcha por ciudades, campos y cielos.

Con mis pañuelos verdes, uno por cada hoja, te digo adiós, amigo viento. Me sonrío y hasta me haces reír de pura alegría, mientras te alejas: ¡Adiós, adioooossss!

Silba y se alarga y pierde la ese del adiós, mientras se enciende lenta la hora dorada de la tarde. Ya no hace viento. El árbol calla.
                                                                                        CUR

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EL VIOLONCHELISTA DE SARAJEVO

     
Galloway, Steven (2008)
El violonchelista de Sarajevo,
El Aleph Editores, 2008, (Círculo de lectores), Barcelona (231 pág.)


Sarajevo 1992. La ciudad está cercada por las tropas serbobosnias. Todas las tardes, durante 22 días, un violonchelista sale al centro de la plaza e interpreta el Adagio de Albinoni en honor de las 22 personas que murieron al explotar una bomba cuando hacían cola para comprar pan.
El Adagio había sido recompuesto a partir de un fragmento de la última partitura que sobrevivió al bombardeo de la biblioteca de música de Dresden, pero el hecho de que haya sido transformado por otro compositor en algo nuevo y valioso infunde esperanza al violonchelista.

A través de los ojos y las acciones de tres personajes el autor muestra el desastre de la guerra en todas sus dimensiones. Todas las cosas adquieren una dimensión distinta en una ciudad sitiada. La vida, las comodidades, la amistad, el trabajo se pliegan de alguna manera a la necesidad de sobrevivir.

Flecha es una joven, hija de un policía asesinado por los sitiadores. Dedica su vida a defender a los sitiados, intentando matar al mayor número de enemigos. Recibe el encargo de proteger al violonchelista contra el francotirador que enviarán para matarle mientras toca en medio de la calle. Consigue una posición ventajosa para disparar al francotirador, pero se da cuenta que éste no tiene intención de matar al violonchelista, sino que desde su puesto escucha la música. Esta acción le hace cambiar porque no está dispuesta a que el odio sea la fuerza que dirija su vida. A partir de este momento decide no seguir matando “enemigos” porque sobre la venganza no conseguirá la paz ni el futuro.

Kenan es un señor veterano, cuya mujer e hijo se han marchado al comienzo de la guerra a Suiza. El vive con su hermana y trabaja en una panadería. Para ir al trabajo tiene que atravesar una calle controlada por los francotiradores. En una ocasión, mientras espera, disparan a los que cruzan la calle hiriendo a varios. Después de vivir estas tragedias, aunque lleno de miedo, decide cruzar la calle a pecho descubierto, porque cree que Sarajevo volverá a ser la ciudad tolerante no dirigida por el odio y el miedo.

Dragan es un padre de familia, cuya preocupación principal es proporcionar agua a su familia, en unos manantiales que continúan fluyendo en la ladera de la montaña. A pesar del miedo y de que cada vez se le hace más complicado, cada cuatro días repite el intento por su familia.

Vedran Smailovic tocando su cello por la destruida Biblioteca Nacional de Sarajevo, en 1992

Quizá la acción de este violonchelista simbolice el último resto de humanidad en un lugar vencido por la tragedia: la certeza de que las personas pueden dar sentido a la vida aunque sea en mitad del horror. Superar el miedo y el odio son dos cosas necesarias para que la ciudad hermosa y tolerante de Sarajevo vuelva a ser ella  misma después del sitio.

La novela se lee con interés y con cierta angustia. Hace pensar con claves muy distintas  de las que usamos en la vida corriente. Plantea preguntas sobre las razones profundas de lo que pensamos, hacemos y decimos e intenta profundizar en la pregunta por el sentido de la vida. El mundo de cada uno de los personajes descubre dimensiones de la vida que pasan desapercibidas en condiciones normales.
En esta hermosa e inolvidable novela, Steven Galloway ha efectuado un extraordinario e imaginativo salto para dar vida a una historia que habla poderosamente de la dignidad y la peligrosidad del espíritu humano cuando se encuentra bajo una coacción extrema.
Muy buena la novela. Vale la pena leerla.

Jesús Juárez

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Treinta años en camino


Reflexiones apresuradas 
en el 30º aniversario de un grupo cristiano



(Las líneas que siguen quieren ser una noticia apresurada e incompleta de  la acción pastoral  en la que  su autor lleva  treinta años comprometido).


1.  A comienzos de los años ochenta, el profesor J.J. Rodríguez Medina, que dejaba el Instituto “San Pío X” por motivos de salud, me entregó un grupo de adultos que él había creado para que continuara yo la labor recién iniciada. Acepté gustoso… sin saber muy bien a dónde iba. Era un “Grupo catecumenal”, formado por matrimonios de edad madura. Un grupo, como se decía entonces, “de talla humana”, es decir, de un número reducido de  miembros de modo que facilitara la relación. Las esposas eran alumnas de la “Escuela de Catequistas” del propio Instituto. Ellas tiraron de  sus maridos y lo que en principio tenía visos de  un grupo de catequistas se convirtió en uno de esos grupos cristianos  tan abundantes  en los años fecundos del postconcilio. Con el grupo heredé también su nombre, “Flor de abril”,  algo chocante  para ciertos ambientes y mentalidades, pero  que era  no sólo  fruto de la época, sino un título cargado de sentido: la Flor de abril –de la Pascua- es Cristo.

Desde entonces han pasado  treinta años y lo que en un principio tenía aires de ser un grupo provisional, se convirtió en una andadura permanente, algo que todavía permanece vivo. La doctrina oficial  de la pastoral hablaba de grupos catecumenales porque pretendían iniciar y revivir la experiencia cristiana de los primeros siglos:  redescubrir a Cristo en comunidad a través de un proceso de catequesis , convertirse a Cristo y reiniciar –o iniciar, según los casos- una opción por la fe cristiana libre, consciente , comprometida.  Vida cristiana que normalmente desembocaría  en la integración en la vida parroquial o en la creación de una comunidad cristiana específica. Nada de esto ocurrió, especialmente lo segundo: hemos seguido siendo “grupo” y hemos seguido viviendo de los  fervores y principios de “nuestros orígenes”, aunque evolucionados o reformulados  según  las exigencias  de los tiempos. El pasado mes de abril celebramos oficialmente  nuestras tres décadas de vida.

2.  Treinta años dan para mucho, significan mucho.  Hemos vivido  cada semana un encuentro  en el que el cultivo, la expresión y el testimonio de la fe cristiana  han sido nuestros objetivos. Treinta años de historia personal y grupal. Tres décadas que, desde la perspectiva actual, vemos que han sido preciosa ocasión para la madurez personal en la fe, para  el descubrimiento  de Cristo, para su seguimiento. No nos han convocado  cada tarde, en los locales del Instituto “San Pío X”, otros objetivos, otras pretensiones.


3. Como antes apunté, ese “no saber muy bien dónde se iba” significaba que yo no me había planteado  objetivos previos que no fueran  los propios de todo grupo catecumenal. Pero reconozco que nuestro camino ha supuesto para nosotros unos logros que, si no muy originales, sí han sido transformadores y fecundos.

·       En primer lugar, hemos convivido: nos hemos conocido, hemos participado de nuestra experiencia personal, hemos llegado a compartir  las alegrías y las penas propias de todo grupo humano que camina, hemos vivido  la experiencia de madurar y de crecer, hasta convertirnos  en  personas mayores, cargados de años, de riqueza personal, de sentido.

·       Hemos  hecho camino, hemos creado nuestro camino a fuerza de revivirlo: un camino  trazado  por la Palabra de Dios (nuestros “Lunes de la Palabra”), en la oración, en el cultivo de la fe (reflexiones, lecturas, diálogos), en el discernimiento de la realidad (nuestra mirada a los problemas del mundo a la luz de la Palabra)…

·       Hemos “tomado la palabra” y perdido el miedo a la expresión de nuestros sentimientos y de nuestras ideas: los primeros afloran, cada vez más decantados, más auténticos, más cristianos, en la oración compartida; los segundos, en nuestras reflexiones y diálogos sobre cuestiones de fe. Tratamos de compartir nuestras ideas y de  cambiarlas  de acuerdo con las exigencias del Mensaje de Cristo, aunque nos cueste dejar el “hombre viejo” y  lanzarnos por  los caminos de la novedad evangélica. (En este punto debo reconocer  que el cambio experimentado en los miembros del grupo ha sido perceptible, aunque  todos  sabemos  lo costoso que ha sido –y sigue siendo- en algunos casos).

·       Hemos sido conscientes –lo hemos experimentado de manera directa y  sensible- de los contrastes de nuestra sociedad, de nuestro mundo. Los matrimonios  del grupo  pertenecen a la clase media y, en general, han vivido de su trabajo y ahora viven de su pensión. Y de sus ahorros. Pero nuestra vida es cómoda, ha sido más bien fácil en estos años de despegue económico y de bonanza por los que  hemos atravesado hasta no hace mucho. Pero  hemos sido conscientes de otras realidades. Cercanos a la sede de PROYDE, Organización no Gubernamental de los Hermanos de La Salle, hemos participado mensualmente con nuestra cuota y permanentemente con  nuestra viva solidaridad. Quizás sea este un punto crítico del grupo, ya que  la fe cristiana  nos obligaría a compartir más…

·       Hemos cultivado la interioridad,  hemos acudido a la fuente de nuestra espiritualidad… Nuestros retiros de Adviento y de Cuaresma, cada año, han contribuido a ahondar aún más en nuestra fe. Muchos han sentido estos días como una experiencia especial e inolvidable.

·     
           Hemos experimentado  que la  vida de fe, la vida en el Espíritu no es algo que suceda de manera repentina. Hemos experimentado la labor callada, lenta, prolongada  de la acción del Espíritu en nosotros. Abiertos a su influjo somos hoy conscientes de que algo se ha producido en nosotros que jamás hubiéramos pensado  por nosotros mismos, que jamás hubiéramos realizado nosotros mismos…

4. Con toda seguridad podemos afirmar que nuestro camino ha tenido sus derivaciones poco convencionales y no muy fecundas: no hemos “crecido” como grupo, pues en vez de aumentar hemos disminuido;  no hemos llegado hasta donde pensábamos llegar, hemos vivido quizás una fe más afectiva que efectiva,  no hemos dado con la “fórmula” de ser  cristianos y de estar en medio del mundo, no hemos acertado quizás con nuestra visibilidad y nuestro testimonio. Y así… varias  cosas más.

Podemos también decir que  hemos sido y seguimos siendo  una familia ampliada: nuestras relaciones han mejorado, han sido más auténticas; conocemos los problemas de nuestras familias respectivas, hemos atravesado por momentos dolorosos (han fallecido dos miembros de nuestro grupo) y también  alegres  (los matrimonios de los hijos, el nacimiento  de los nietos, la  hermosa y abnegada experiencia  de ser abuelos); conocemos nuestros hogares y en ellos hemos compartido  agradables reuniones; hemos descubierto rincones magníficos de nuestro suelo hispano (menos de los que hubiéramos deseado);  hemos celebrado fielmente nuestros cumpleaños en la última reunión del mes…

5. Y en la gozosa celebración de nuestros “primeros treinta años” podemos afirmar que  nadie puede robarnos ni rebajarnos la alegría de este largo tiempo vivido juntos, que nadie puede negar nuestro camino –porque estamos en él-, y que nadie puede malinterpretar nuestros objetivos o nuestros logros… Sólo Él, la “Flor de Abril”, de la que nosotros  hemos heredado su nombre, su espíritu y su fuerza, puede decirnos  con verdad lo que somos, lo que llevamos con nosotros y lo que nos falta. Pues todavía tenemos, en estos años ya más que dorados, el espíritu pronto y la fuerza interior viva. Seguiremos hasta que la “Flor de Abril” pierda la lozanía de sus pétalos o la vitalidad de su organismo. Y aún seguiremos después, porque nuestra esperanza, otra flor que también hemos cultivado, no se marchita.

                                                        Teódulo García Regidor
                                                                 Animador del Grupo

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A CAYETANA EN SU PRIMERA COMUNIÓN



POR APULEYO SOTO PAJARES, 
CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)


Cayetana, Cayetana,
ya te lo decía yo,
al cumplir los nueve años
te encontrarías con Dios.


Y esta mañana de mayo
en la que reluce el sol
te has subido a estar con Él
justo en el Monte Tabor.

No manches tu traje blanco,
no respondas nunca no,
mira que Jesús te mira,
mira que te miro yo.

Con Edu y con Alejandra
apréndete esta lección:
más vale pájaro en mano
que escopeta en cazador.

Y si Eduardo y Helena
te requieren con amor,
no te hagas la distraída,
hazles caso, por favor,


que los niños y las niñas
igual que floreros son,
y si se rompen no hay modo
de recomponerlos, no,
ni de que en ellos se luzca
gallarda y verde la flor.
Tú eres la flor, Cayetana,
del centro del corazón.

Juega, corre, estudia, lee,
sé cada día mejor,
trabaja, cuídate mucho,
pon cariño y atención.


Si esto cumples, ya verás
cómo está contigo Dios,
cómo te llenas de amigos
del cole Monte Tabor,
cómo es blanca, blanca siempre,
tu Primera Comunión.

12 de mayo de 2012


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  • Apenas amanece, toallas y sombrillas, marcan en la jungla de arena su territorio.
Algunos bañistas rezagados se hacen sitio tras sobornar a un par de medusas.

  • En días fríos y nublados se ven algunos valientes zambullirse sacando pecho; luego los imagino en el hotel, tiritando satisfechos bajo el edredón.

Cada atardecer, la marea borra de la arena fantasías infantiles y corazones de enamorados.

  • En medio del top-less generalizado, se reivindican bañadores recatados, mientras bikinis vergonzantes se agazapan al abrigo de los parasoles.

Cuando al retirarse de la playa los bañistas enjuagan sus pantorrillas bajo la ducha, las arenas próximas se estremecen víctimas de  las salpicaduras.

  • Existen experimentados catadores, capaces de distinguir a distancia los olores aceitados de cada bronceador.

En las playas de canto rodado, las salidas del agua ofrecen un curioso espectáculo de equilibrio funambulista.

  • Algunos 'horterillas' se dejan ver  por la playa con el 'loro' al hombro, repartiendo 'bacalao'.

A los ligones de playa les gusta la carne poco hecha: un poco de aceite, y vuelta y vuelta.

  • Desde su atalaya privilegiada, el socorrista otea 'monumentos esculturales', que en ningún caso atentan contra la ley de costas.

Cuando el perrillo de lanas se sacude a la salida del agua, hisopea sin reparo a propios y extraños.

  • El mar se deja complacido acariciar por las tablas surfistas, y soporta malhumorado las aceradas uñas de las motos acuáticas.

Qué excelente encarnadura la del mar; apenas le dejan cicatriz los cortes de las quillas.

  • Observo en la playa un torneo de voleibol femenino: coloridas corcheas salpicadas de arena, trazan una melodía  bella y cambiante sobre el pentagrama vertical.

Las más violentas de entre las olas azotan con sadismo la costa mientras babean satisfechas blancas espumas.

  • Tras la marejada nocturna, olas resacosas manchan de vómito verde la orilla donde duermen su borrachera.

Pocas situaciones más enervantes que el cloqueo de la pelotita sobre las palas de los bañistas en la hora de la siesta.
Ángel Hernández


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PALABRAS PARA UNA BRÚJULA PAULINA


Elogio de la lectura
pronunciado durante la presentación del
IV Premio de Valores de la Editorial San Pablo,
celebrada en la Casa del Libro de Madrid
el 30 de mayo de 2012.

Señoras, señores:
Pido vuestra atención. Mirad, los niños no son esa bobería repetida del porvenir aspaventoso, tan fluido y disperso, tan grandilocuente y tan vacío que no da cabida a nada, sino una realidad candente a la que debemos encauzar con libros buenos, y para eso estamos aquí, condenados y aferrados los maestros.

Silabeas, paladeas "manzana"... y Eva, Newton, Guillermo Tell...

Desde la escuela se forja el presente para el futuro, apoyado en el pasado, y no hay más gaitas que templar. Solamente el pasado es nuestro, del presente dependemos y el futuro no sabemos si nos espera, tal como están las cositas del saber.

En la infancia arde la vida, luego vamos dilapidándola y consumiéndola sin saber cómo ni por qué, arrastrados en un río incontenible de inconsecuencias varias, tristes la mayoría por demás.

Los maestros han dejado en gran parte de ser maestros, pedagogos o conductores de la enseñanza y la educación. Debieran volver los griegos, ahora devaluados por el euro, para seguir siendo hermeneutas y parteros de la verdad, irreconocible en la rosa de los valores radicales, que se han convertido en variables, subjetivos y delicuescentes como una caña que mueve el viento de las circunstancias políticas y sociales. Hay que ser correcto y nada más. No nos vale. A ver quién se encuentra seguro en este maremágnum o totum revolutum de la mediocridad. Todo se apaisa por lo bajo, todo se difumina, todo muestra su cara menos noble y exigente. ¡Vuelve, Platón, y ayúdanos!; ¡regresa, Sócrates, y sígnanos con la luz aperturista de tus preguntas inmortales!


Debieran volver los griegos, ahora devaluados por el euro.
¡Vuelve, Platón, ayúdanos!
Cuando me encomendó “San Pablo” dirigiros unas palabras saludables, temblé y me palpé la pluma, dedeando el palillero o su cápsula estilográfica de un lado para otro. No era digno de tan alta consideración. Yo sólo sé hablar y escribir a los niños impertinentes y locuaces que todos apartan de sí, para librarse de responsabilidades. Pues no. Yo no. Yo me acerco a ellos como el Cristo de su salvación, y sé que en ellos, y no en los mayores en edad, dignidad y gobierno, residen la verdad, la libertad, la igualdad y la tolerancia. Una época nueva se nos acerca, nos invade, tenemos que estar a su altura, debemos hacernos como niños, para aprender enseñándonos, y disculparme el oxímoron.

Es la primera vez en mi vida profesoral y periodística que me sonrojo al dirigirme a un auditorio, no por no saber qué deciros, sino por ignorar si me entenderéis; vergüenza ajena siento, perdonadme, no intento insultaros; a lo mejor estáis conmigo, y sois de los muy pocos elegidos en esta turbamulta asamblearia, en la que cada cual se expresa por boca de ganso, sin importarle de la misa la media. A la misa o puesta en escena de la cultura hodierna quiero invitaros en esta convocatoria para que veáis con vuestros propios ojos y sintáis con vuestro sonrojado corazón que esa cultura se ha convertido en espectáculo de diversión de masas y entretenimiento pueril simplemente. Y eso no vale, lo analice o no lo analice Mario Vargas Llosa, excelso Nobel del castellano multinacional, que nos ha hecho recapacitar con su bisturí certero sobre la decadencia de Occidente, que ya predijo Spengler, el Occidente que alumbró a la humanidad hasta ahora. ¿Y ahora qué? El derribo de la lengua madre de conceptos se consuma y consume y no la va sustituyendo más que la imagen, ni siquiera jeroglífica y antecesora, tan breve y subitánea como un relámpago cegador. Ciegos andamos, sin saber adónde. ¿Quién nos la reinterpretará después, si dejan de existir los egiptólogos? Pulsar el móvil o el ordenador, no entenderéis ya casi nada de esta sociedad ágrafa y átona, pervertida hasta la saciedad. ¿O escribo “suciedad”, grafitti y tontería?

Las Tablas de la Ley de la Enseñanza: leer, contar, después escribir.
El aprendizaje de las palabras no es que entre con sangre. O sí, porque la sangre circula de la mente al corazón, los dos motores de la existencia. Basta de paparruchas de circunloquios bobos; hay que esforzarse, alumnos y maestros. Sobre la roca del esfuerzo se edifica la iglesia de la comunicación humana, que es lo que nos distingue del ave que sólo pía, el elefante que barrita o el perro y el gato que no superan la barrera del guau o el miau.

Las Tablas de la Ley de la Enseñanza se resumen en dos, que son leer y contar, y después escribir o hacerse rico, al menos de experiencias, porque el uso de los cinco sentidos –ver, oír, oler, gustar y tocar…- es lo que nos modela como humanos perfectos. O perfectibles, vaya, que se trata de una senda que recorrer. Viajeros somos, en tránsito vamos haciéndonos, hay un principio y un fin, un origen y una meta, un alfa y una omega, una ascesis y una mística, una vida y una muerte que trascender. Y en medio, los pies del trabajo cotidiano, pisando fuerte el acelerador, no vaya a corroborarse el verso pemaniano de que “mientras se despeña el río/ se esté secando la huerta”: el alma de las cosas.

"Mientras se despeña el río / se está secando la huerta". Pemán.
Dije leer y contar, atraído quizá por el amar a Dios y al prójimo  del Evangelio sin pensármelo mucho; me detengo en leer, simplemente leer, porque leyendo se aprende a contar, la aritmética y la matemática cuántica se engloban en el verbo, la palabra; el vocabulario es la esencia del saber. Silabeas, paladeas “manzana” y se te agolpan en la boca, en la mente y en el sentimiento, el paraíso terrenal, la redención de los hijos de Eva, las observaciones sobre la gravedad de Newton, el círculo, la circunferencia, la esferacidad de la tierra, “la esfera de cristal de Murano”, la bola de cristal de los videntes, los rascacielos arrejuntados de Manhattan en Nueva York, el drama romántico “Guillermo Tell” de Schiller…y hasta “Guillermo Tell tiene los ojos tristes”, de Alfonso Sastre, y “La Verde doncella”, de Antonio Gala, es decir, también, aparte de su jugoso sabor, la agricultura, la historia, la geografía…y la biblia en pasta, de papel de celulosa, por supuesto.

Hay un vademécum reciente de mi amigo Alberto Martín Baró, hijo del gran periodista Martín Abril –“Cómo hablamos y escribimos” se titula- que da en la diana: lenguaje, lenguaje, lenguaje. El lenguaje es todopoderoso, mueve las montañas y los corazones. Hágase la luz, dijo Dios, y la luz fue hecha, y Él mismo se hizo palabra, o sea, camino, verdad y vida, uniendo bondad, verdad y belleza.

“Es la escuela, imbéciles”, habría que gritar a los economistas que no aciertan a solucionar los problemas de la carne laboral ni los valores del alma espiritual.

Cuando el otro día me encontré con un grupo de antiguos alumnos míos ya en la universidad, me complació que me reconocieran como su mejor profesor de Lengua, el más abierto, el más dialogante, el más comunicativo. “Le hicimos caso, le hicimos caso”, coreaban; “la Lengua abarca y comprende todas las asignaturas, las llena de contenidos asumibles, las facilita y las hace reales por encima de la retórica; lo hemos practicado, y es una gozada”. Y se pusieron a cantar: “Somos estudiantes/ Somos los mejores/ Vamos por el mundo/ llenos de colores./ Verde de esperanza/ rojo de pasión/ azul de trabajo/ blanco de ilusión./ Alta la cabeza/ el corazón limpio/ vemos las estrellas/ en el infinito…” Esa canción fue acaso mi gran lección para ellos, y de ellos para mí, por no olvidarla.

Me acordé entonces de mis maestros de infancia y adolescencia, y descolló entre ellos Luis Aldea, un lasaliano escaso de estatura pero muy alto y muy grande en mi estimación, porque me inició en la Literatura. “Tú vales”, me dijo, pero el que valía era él,  que supo transmitirme su afición al estilo literario como por ósmosis. El estilo es el hombre, acuñó Boileau. Y el estilo es la conjunción y construcción simétrica y musical de las palabras, en las que queda representado el escritor.

Desde entonces, desde los 12 años, llevo en el bolsillo una libreta para cazar apuntes del natural, breves pensamientos, vocablos desconocidos, delgadas descripciones de paisajes, como el pintor que planta el caballete en medio de la yerba. Ahí realizo mi primera impresión en papel -el papel sigue seduciéndome con su llamada blanca-, luego la paso y alargo en el ordenador. (Ahora llevo también un ipad, en el que me manejo sin destreza, porque he llegado tarde y lego a la informática, cuánto lo lamento. Continuamente oigo la voz que Azorín, el pequeño filósofo de Yecla, escuchaba de su padre: “Ya es tarde, ya es tarde…” Pero no, nunca es tarde, aprenderé, con el “tónico de la voluntad” que predicaba mi releído Ramón y Cajal).

El diccionario no es necesario aprenderlo entero,
pero siempre lo tuve a mano.
El diccionario siempre lo tuve a mano. El diccionario compendia la sabiduría total. No es necesario aprenderlo entero. Él es la fuente, el manantial del que surgen y se ramifican las mil y una derivaciones del idioma, algunas hasta nos las podemos inventar para acrecerlo, como hago yo y hace el pueblo día a día en la calle, en los bares y en las oficinas, donde el idioma se desparrama como una leche matricia, nutricia, super-recreadora: manzano, manzana, manzanilla, manzanil, manzanero, manzanear, amanzanado…, lo que queráis derivar.


La colección La Brújula de San Pablo Editorial, puntual indicadora de por dónde debemos ir, comandada a partes casi iguales por el insobornable  linarense Pedro Miguel Fraile y la incansable voladora e imaginativa Paloma Orozco, con una cuadrilla de estupendos oficiantes promotores –Fernando, Edita, José María, Pepe, Rubén, etc, etc,- representan lo que os he ido desperdigando sobre la lectura y la escritura, un poco a tontas y a locas, con más entusiasmo que rigor, en esta Casa del Libro que nos acoge en la presentación del IV Premio de narrativa Infantil-Juvenil de Valores, otorgado este año al catedrático Manuel Alfonseca por “La corona tartesia”, de ritmo vertiginoso en primera persona. A ella os convoco para conocer la raíz de la que venimos o procedemos.

Esto me lleva a transcribir las frases de oro que pronunció Federico García Lorca, en los albores de la guerra civil –¡siempre en las mismas, Señor!- durante la inauguración de la biblioteca municipal de Fuente Vaqueros, Granada: “No sólo de pan vive el hombre; si tuviera hambre no pediría un pan, sino medio pan y un libro, libros, libros, que es decir “amor, amor”. Dadme libros para que mi alma no muera, pedía Dostoyesvsky, cercado en Siberia por infinitas y desoladas llanuras de nieve. Pedía libros, no fuego ni pan ni agua, para subir a la cumbre del espíritu y del corazón.


"No hay libro malo
que no contenga algo bueno"
.
Aquí debía terminar, pero dejadme, en vuestra paciencia escuchadora, que ponga el colofón cervantino: “No hay libro malo que no contenga algo bueno”. Y lo escribió el que atrapaba los papeles por los suelos de Toledo, y así parió el Quijote. Pues Quijotes os quiero.

Escritas las líneas antecedentes, va y se me muere como del rayo del desengaño y la melancolía, el periodista José Luis Gutiérrez, el Guti-Erasmo de la locura inteligente, martillo pilón de la vulgaridad hodierna a través de la revista LEER, un hito memorable en la divulgación y crítica amena de los libros de todos, analizando a los autores de la derecha y de la izquierda con igual comprensión, extensión y misericordia. Que los ángeles de pluma núbil y volátil le hayan recogido en el inmenso tabloide del cielo, en el que se reseñan las conductas de cada pasajero por la tierra. Scriptum est, dijo Dios muriéndose como un humano cualquiera, antes de descubrir el misterio del Séptimo Sello del Apocalipsis, que le tocaría a su íntimo amado Juan. Noche en negro sobre blanco, ¡oh noche que alumbró tanta esperanza! Aquella fue y esta lo es. Estamos signados, maestros, para iluminar el camino de la vida de los niños –somos pedagogos- y contamos con la brújula de San Pablo, el que cayó obnubilado del caballo de la intransigencia por la resplandeciente luz de la Resurrección. Resucitaremos, nos levantaremos, permaneceremos, vive Dios. En papel y digital.
Muchas gracias.
APULEYO SOTO PAJARES

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 ORACIÓN EN UNA PRIMAVERA


Poeta José García Nieto.
La secularización ha invadido nuestra vida cotidiana y ha borrado la presencia de Dios hasta de la misma naturaleza. 

Los poetas de ahora no cantan la delicadeza de una flor, el frescor sonoro del río, la serenidad apaciguadora de una puesta de sol, el sonsonete negro del grillo, la calma verde de los montes… De la naturaleza seleccionan aquellos aspectos que reflejen sus dudas, temores y angustias existenciales.

Campo de amapolas en Vetheuil (1879).
Claude Monet.
Para sintonizar con el milagro de la primavera que aún estamos viviendo, he buscado y rebuscado en la antología “Poesía religiosa”, de Leopoldo de Luis, algún poema que detectara a Dios en su incesante obrar creador, y me he llevado la rara sorpresa de encontrar al menos este hermoso soneto en versos alejandrinos de José García Nieto, donde el poeta asturiano da gracias a Dios porque Lo ha visto, entre otros quehaceres creadores,“favoreciendo, urdiendo, los tiernos esponsales/ del verdor con la tierra, la rosa con la rama”.

Amigos, no vaciemos de Dios la naturaleza ni la reduzcamos a nuestra ridícula mirada de hombres pretenciosamente científicos; al contrario, como nuestro poeta, admiremos agradecidos al Dios que se nos muestra,
un año más, en el milagro transparente de la primavera.
                       
Eduardo Malvido



      
  ORACIÓN EN UNA PRIMAVERA
Claude Monet. Campo de amapolas (1890), 
Gracias, Señor, por este ramo de agua que llega
del aire hasta los campos, hasta el bosque, hasta el huerto;
gracias por tu palabra, de nuevo en el desierto,
prometiendo las horas frutales de la siega.

Gracias por tanta gracia, tanta cuidada entrega,
por tanto ardor temblando desde el terreno yerto;
gracias por estas flores primeras que han abierto
ojos de luz a tanta claridad honda y ciega.

Gracias porque te he visto latiendo en los bancales,
favoreciendo, urdiendo, los tiernos esponsales
del verdor con la tierra, la rosa con la rama.

Gracias porque me enseñas a ser en lo que era,
a olvidar mis estiajes en esta primavera…
Gracias porque es llegado el tiempo del que ama.
                    
                 José García Nieto



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