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47. Lo sagrado a la vista (2)


¡DUENDE? ¿ALMA?: ¡MISTERIO EN TODO! 

LO SAGRADO EN TRES MUESTRAS


Muestra primera. En los Loores de Nuestra Señora, a Gonzalo de Berceo le sobrecoge y atrae la realidad de la Gloriosa Señora, Virgen y Madre de Dios, a la que querría acertar a loar, pero se siente indigno ante su grandeza sagrada. Su sentimiento es tan fuerte ante tanta dignidad que le bastaría con tocar un hilito de sus vestidos.

En tu loor, sennora, querria entender
De las tus largas faldas una fimbria tanner
Ca non me siento digno ante ti parescer
Maguer la tu feduza non la puedo perder.

Tabla de San Millán de la Cogolla

Muestra segunda. La de San Epifanio, que copio a continuación. No sabe el santo obispo cuál fue el final de la vida de la Virgen. De lo que está seguro es de que fue tan por encima de todo pensamiento, que es mejor no adelantar ideas que siempre serían carnales, adorar ante el prodigio y callar.

   San Epifanio, obispo de Salamina
San Epifanio era obispo de Salamina. Parece ser que fue él quien por primera vez planteó el tema del final de la vida terrestre de María. Lo hizo de pasada en una célebre carta a los cristianos de Arabia. Estaba este obispo muy al tanto de las tradiciones palestinas, incluso de las de menor importancia. En ellas no encontró respuesta a sus preguntas y así, no sabía si la Virgen murió o no murió. Entendía que su final, desde luego, tuvo que ser digno de ella, lo que implicaría algún prodigio. Pero, no teniendo datos en qué apoyarse, optó por seguir el silencio de los Libros Sagrados en los que no encontraba:

 

“ni la mort de Marie, ni si elle est morte, ni si elle a été ensevelie, ni si elle n´a pas été ensevelie… L´Écriture a gardé un silence complé à cause de la grandeur du prodige, pour ne pas frapper d´étonnement excessif l´esprit des hommes. Pour moi je n´ose en parler. Je regarde cela en ma pensée et je me tais”.   

            Para San Epifanio el evangelio de San Lucas (Lc 2,35) le inclinaba a pensar que María murió mártir. Pero el Apocalipsis (Apoc 12,14) le sugería que fue llevada sin morir al Cielo:

         “Es probable que así haya ocurrido en María. Sin embargo, no lo afirmaré de modo absoluto, pero tampoco diré que haya sido inmortal. Como tampoco afirmaré que fue mortal.  La Escritura se sitúa por encima del espíritu humano y ha dejado este punto en oscuridad par révérence pour cette Vierge incomparable pour couper court à toutes pensée basse et charnelle à son sujet. Elle est mort? Nous l´ignorons”.

         Sorprende en estos textos de San Epifanio que su atención la tiene puesta en la realidad María. No maneja argumentos ni razones conceptuales y mucho menos la ligera imaginación de los apócrifos. Le sorprende tanta grandeza inefable. Eso le hace pasar de una y otra solución como respuesta a sus preguntas, que no admitirá si no cabe en ella la grandeza de la realidad de María.

         El Misterio siempre sobrecoge, aterra y envuelve, levanta…
         San Epifanio ciertamente intuía (veía por dentro) el Misterio de la Gloriosa.
         (He tomado los textos que acabo de citar de Court Traté de Théologie Mariale, de René Laurentin, que tengo desde mis tiempos de Roma).


Muestra tercera. El poema Heliand, sajón, del siglo IX. Juzgad si no hemos perdido el encanto sagrado que destila tan lejano y bárbaro poema.

Por aquel entonces, César Augusto,
un hombre poderoso, que gobernaba el basto Imperio romano
desde la Urbe de las legiones,
publicó un edicto para todos los súbditos del Imperio.
       
También en su familia, el bueno de José,
como el Todopoderoso Dios lo deseaba,
se puso en camino para volver a su ilustre patria,
la ciudad de Belén de Judá,
pequeño lugar entre los mínimos de las tierras de Israel.
Allí estaba la raíz del hogar de ambos,
la del varón justo que trabajaba como los ángeles
la madera de los cedros del Líbano,
a demanda de las necesidades de sus compatriotas,
y allí la raíz la de su santa doncella,
la buena María, joven y tan hermosa
como la primera primavera de la Creación del mundo,
que en oro está escrita en los libros santos
para ser leída entonces en las sinagogas
y hoy y por siempre en monasterios, iglesias y hogares de los fieles a Jesús.
Allí, en Belén Efrata, había estado en el pasado
el famoso trono del noble rey, el buen David,
por tanto tiempo como él pudo sostener con dignidad
el dominio sobre los hebreos y conservar su alta posición.
        
Fragmento del Heliand
 

Cfr.  Heliand, Marcial Pons, Ed. Jurídicas y Sociales, Madrid, 1996.
http://www.religionenlibertad.com/videos_portada.asp


Ramiro Duque de Aza
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento

 

DIOS A LA VISTA, LO SAGRADO A LA VISTA

 

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