VIEJAS Cosas QUE SE CUENTAN EN CastrillO (ii)
José de Ribera, “El Españoleto” |
Las barbas de la señora Afra y
el carnicero Galo.
A la señora Afra de Castrillo, que en paz descanse, la hemos conocido muchos.
Era una señora de posibles, pero lo que la hacía memorable era su barba, tenía
buen bigote y le crecía la barba. Resignada más que descuidada de barba y
bigote, la señora Afra, tenía el encanto de sus ojos grises ceniza y un cerrar
de labios sorprendente que al acabar de hablar cerraba la boca cuidadosamente
como si se le fuera a estropear.
Sus sobrinos la llamaban
Áfrera y le rondaban por aquello del refrán que reza que a quien buen árbol se
arrima, buena sombra le cobija, que algo les caería. Vivía cerca del caño, en
una casa que tenía dos escalones de entrada, junto a la casa del alcalde, padre
de mi novia de los once años, y junto al “palacio”, en lo que andando el tiempo
fue del hijo de Galo, el carnicero, que venía al pueblo a caballo, a vender
carne, y era manco, pero se las arreglaba muy bien con una sola mano. Parece
que le estoy viendo llegar a la plaza, descabalgar de su soberbio caballo
percherón, meter la mercancía que traía en su despacho de carne y, luego,
rodeado de mujeres, atender a unas y a otras, con su mano regordeta y su rostro
rojo, con el color del resplandor de la carne que vendía.
Madrileño
del Puente de Vallecas
Mochil en Castrillo en el
verano de 1939
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