MATINAL
El Oriente se dora,
crece
luego la luz que anuncia el día,
la
sonrosada aurora
lanza
la noche fría
y
la tierra se viste de alegría.
Sigue
al pastor la oveja
que
dejó al corderuelo en la tenada,
y
balando se aleja
del
mastín acosada
por
la cuesta severa y empinada.
Al
rebaño una nube
envuelve
por el áspero sendero,
por
la ladera sube
la
yunta, hacia el otero,
y
ensancha sus narices el Romero.
A
la vera del río
la
vacada se esparce en la pradera,
brama
el toro bravío
y
muge la ternera,
y
se asienta el boyero en la ribera.
El
aura lisonjera
la
mies despierta y su tributo inclina;
la
alondra mañanera,
en
el rastrojo trina,
y
el carro, hinchado por la mies, camina.
El menguado arroyuelo
por el valle con pena
serpentea
y, en el azul del cielo,
sobre la humilde aldea,
en volutas, el humo
juguetea.
zumba entorno al espliego
y al romero,
y en confusión gozosa
rodea el gallinero
a la moza que viene del
granero.
Del hueco de la torre
rompe el vuelo la banda de
palomas
y el son broncíneo corre
por las áridas lomas
y ríen madurándose las
pomas.
¡Qué puro es el ambiente!
¡Qué paz el alma goza no
turbada!
¡Y como aquí, en su
fuente,
la dicha halla buscada,
de rústica belleza
enamorada!
Todo esto me recrea
y embriaga de deleite mi
sentido;
mis lágrimas orea,
y de mi bien perdido
en el mundo, me pone en el
olvido.
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