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54. Viejas cosas... (IX)



VIEJAS Cosas QUE SE CUENTAN EN CastrillO (IX)
 

En Quintanilla de Abajo necesitan zánganos de colmena

Cuando el marqués de la Ensenada hizo su famoso catastro de 1752, Castrillo Tejeriego tenía colmenas que le sobraban. En mi infancia quedaban media docena, que había en la ladera de la montaña que queda a mano izquierda según se va a la ermita. Ahora no sé si tiene alguna. Me dicen que no. El Catastro de 1752 las contaba por pies y daba la cifra de 118. Las enumeraba: A Leonarda Sardón, la vecina que más tenía, el Catastro le atribuye 18. El colegio que había en el pueblo con el nombre de Santa Ana, 9; el cura párroco, 1… Así hasta sumar 118. Ninguna colmena escapaba del catastro.
 
Una colmena sin zánganos no es colmena. La reina de las abejas, gran señora del enjambre, los precisa para que la fecunden y se garantice la continuidad de la especie.

En Quintanilla de Abajo –de esto hace ya al menos el siglo- las colmenas iban desapareciendo. O a orillas del Duero los zánganos de las colmenas no cumplían como debían, eran flojos, o no había zánganos colmeneros. Alguien, castellano zumbón, una especie de tio Ratero de Miguel Delibes, pero con toda su mala sombra oscura, corrió la especie de que en Castrillo, a diez kilómetros al norte de Quintanilla, las colmenas estaban vigorosas y, en cuanto a zánganos, no había más que preguntar por el señor Menas y por Geroncio.
 
-       Anote bien los nombres: zánganos, señor Menas y señor Geroncio -lo dice un amigo de la mili de ambos (en rigor, mala uva agria y buen amigo de la bronca fuerte).

 El caso es que este amigo de la mili del señor Menas y de Geroncio puso en camino a Ulpiano, que era dueño de docena y media de pies de colmenas en franca ruina. Allá que se presentó en Castrillo, pasadas las tres atalayas, el tal Ulpiano preguntando por los zánganos del señor Menas y de Geroncio. Dos o tres vecinos de Castrillo a los que preguntó le encaminaron a casa de uno y de otro. Avispados que son estos labriegos de Castilla, pero zorros que no quieren alborotar el gallinero antes de que rayo y trueno tengan su cita de tormenta, hicieron como que ni adivinaban la mala idea de la información. El Geroncio, avisao,  no hacía nada, pero ni se asomó a la trasera de la casa. El Ulpiano salió por piernas de la del señor Menas, apenas apuntó en sus labios, por el ventanuco de la puerta, lo que le llevaba a Castrillo a comprar zánganos en ca el señor Menas y en ca Geroncio. Pero como quiera que el señor Menas corría más que los galgos, terminó en el arroyo Jaramiel, volteado por los aires y en el lecho del arroyo, pringado de pecina hasta las cejas.
 
-       ¡La hóspera negra! ¡Zánganos te va a dar tu madre, hijo de perra colmenera, y te vas a burlar del zascandil quintanillero de abajo que te ha mandado, pringado de pecina y mierda!

Madrileño del Puente de Vallecas
Mochil en Castrillo en el verano de 1939

 
 

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