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55. Judíos,moros y cristianos

       
FECHAS DE GUARDAR


JUDÍOS, MOROS Y CRISTIANOS
                                                                                                       1956

La primera fecha de guardar del curso en marcha va a ser la de los sesenta años de Judíos, moros y cristianos, Ediciones Destino, 1956. Este libro nos enseñó tanto como los demás de nuestro Magisterio juntos. Le debemos mucho. Hoy, nuestro tributo y felicitación por su sexagésimo cumpleaños. ¡Felicidades! ¡Estamos de fiesta!
Con el vagabundo de Judíos, moros y cristianos, de Cela, nos echamos al monte de la expresión escrita y de él aprendimos a enumerar, como nos pedía el Sistema Redacta, entonces en mantillas, mamoncete y ya mofletudo, gran promesa. Mejor que en su Viaje a la Alcarria, la fuente de los carriles manaba abundante en estas notas de vagabundaje por tierras de Ávila, Segovia y sus tierras, hilvanando nombres, ensartándolos, aplicándoles calificativos que les venían como anillo al dedo y disparando verbos que ni pintados para cada y toda ocasión.
Curioso: de preferencia, trinidades de elementos y final de frase alargada. Por ejemplo:
El afilador tenía los ojos rasgados, firmes los pómulos, cantarina la voz y un marcado acento gallego en el hablar. (p. 121)
El vagabundo, a las primeras luces del alba, se restriega los ojos, se despereza los cueros y se acerca al Eresma, a lavarse la cara con sus finas aguas. (p.124)
Por el cielo vuelan los grajos, los cuervos y las chovas de las Peñas Grajeras, que jamás se posan sobre  el tejado de la Vera Cruz. (p.126)

El monumento a San Juan de la Cruz en Segovia resultaba disparatado:
   Al fondo de uno de los altares está enterrado el santo, en un catafalco imprevisto, insensato y grandilocuente, que parece levantado a loa y recuerdo de Ramsés II o de Nabucodonosor.  (p.126)


La observación en JMC era siempre de dardo en la diana. La palabra ajustada.
A mediados del siglo XV, el Tostado, enano y genial, zarrioso, letrado y malas pulgas, se encaró con el papa Eugenio IV.
El papa, imaginándoselo de rodillas, lo había mandado levantar.
- La altura del hombre, beatísimo padre, se mide desde aquí hasta aquí. (p. 191)



El episodio del caminante que se alobó nos fascinaba. Volvíamos una y otra vez sobre su relato. Cela lo había bordado. El homenaje por los sesenta años de Judíos, moros y cristianos puede ser sencillo y cariñoso, a la par, y nos hace volver a fragmentos del caminante que se alobó:

El caminante ni ve ni escucha al lobo. El caminante va silbando, va tranquilo, por el senderillo. A lo mejor, el caminante piensa en el fuego de su cocina, que arde entre dos piedras y no se apaga en toda la noche (…) La noche está algo dura, pero el caminante, la boina calada, las manos en los bolsillos, la bufanda de tres vueltas guardándole el aliento, se defiende pisando, bien pisado, el suelo. Al caminante, ¿qué le ha sucedido?, de repente tiene miedo. El caminante ni ve ni escucha al lobo. El caminante nota que un tiritón le corre por el espaldar. El caminante alerta la vista y aguza el oído. No, el caminante ni ve ni escucha al lobo. (…)
El caminante se vuelve y allí está el lobo, con los ojos como carbunclos, la boca abierta enseñando el colmillo poderoso, la lengua fuera, el pecho fuerte, el espinazo hirsuto. El caminante se alobó.(…)
El caminante, que tiene ya muchas noches de lobos en la memoria, sabe que su papel es no dar la espalda.
-      ¡To, lobo! ¡To, lobito, lobo! ¡To, lobo!
El lobo le deja pasar sin tocarle.
(…)
El lobo vuelve a la carga, gruñendo raramente, extrañamente, regocijadamente.
-      ¡Ah!
El caminante, con su postrer aliento, se derrumba. El caminante se alobó. El lobo se echa sobre el caminante y lo mata de un bocado en el cuello. Es muy rápido el lobo, muy limpio para matar.

Volver hoy a leer Judíos, moros y cristianos, es volver a la primavera de nuestra juventud. Cualquiera tiempo pasado no fue mejor, pero el de nuestra lectura de ojos despiertos de entonces, fue mejor, pues que no fue un tiempo cualquiera. En el próximo número de AFDA daremos información y nombres, si se nos comunican, de quienes se hayan echado a acompañar al vagabundo de Cela, por las 310 páginas de su Judíos, moros y cristianos.
CUR
Maestro. Profesor de Lengua y literatura
Emérito UCJC

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