EL ESPAÑOL EN AMÉRICA: VENEZUELA
El español que se habla hoy en
Venezuela está maduro (valga la redundancia). Goza de buena salud, no se
tambalea, es de los más sólidos de Hispanoamérica. Venezuela es de los países
hispanos con menos hablantes de lenguas indígenas si atendemos a la población
total del país. Esas lenguas indígenas se concentran, principalmente, en la
zona del Amazonas, pero van perdiendo hablantes poco a poco. Varias están en
peligro de extinción. Los venezolanos hablan español prácticamente en su
totalidad.
Venezuela, hoy en día, es una
garantía para el avance de nuestro idioma común. Cuenta, como es habitual en
Hispanoamérica, con cierta influencia del inglés, pero en menor grado que en
otros países cercanos. En la calle se habla español, en los colegios se enseña
español y el inglés se reduce a algunas palabras y expresiones y a su estudio
como segunda lengua en las escuelas. Varios colegios americanos imparten
enseñanza en el país, pero son algo anecdótico en el conjunto general de la
enseñanza venezolana. El que sabe inglés, hoy, en Venezuela (dicho algo
bruscamente) es porque se lo pudo pagar. El inglés, por tanto, queda en un
segundo plano con respecto al español y se estudia en la escuela sin tener,
además, competencia con otros idiomas como podrían ser el francés o el chino.
Si mañana nos fuéramos de viaje a
Venezuela por un mes, aparte de encontrarnos con colas para casi todo porque no
hay de casi nada, podríamos comprobar que entre Caracas, Maracaibo, Mérida y la
Esmeralda (cuatro ciudades distantes entre sí) no hay grandes diferencias
semánticas. Más o menos todas ellas emplean las mismas palabras para
comunicarse. Lo que sí que íbamos a notar es la distinta forma de pronunciar el
español, el acento más melódico en unas ciudades, más parecido al de los
colombianos en otras o más seco en algunas más. No es igual el acento porteño,
del maracucho, del andino. Pero prácticamente entenderemos igual al botones de
un hotel de Caracas que al minero que trabaja en Las Claritas, cerca ya de
Brasil.
No existen grandes diferencias entre
el español que se habla en la capital del que se habla en la selva, en el
Amazonas, y tampoco existen entre la gente de cierta edad y los jóvenes. Esta
es otra de las garantías de que el español en Venezuela es sólido. Que los
jóvenes venezolanos no se hayan echado en brazos del inglés norteamericano es
una buena señal para la continuidad y avance de nuestro idioma.
Un español que converse con un
venezolano escuchará algunas palabras que no nos son habituales en nuestra piel
de toro: dos hermanas gemelas son allí morochas,
un revoltijo de cosas es un zaperoco
y al conjunto de muebles y cacharros, etc. se les llama corotos. Un chamo es un
chico y un zarcillo es un pendiente.
Y así podría seguir con otras palabras y expresiones que dan signo de identidad
al español de Venezuela. Incluso podemos encontrar palabras que nos relatan
historias de las primeras horas del descubrimiento. La hallaca es una comida hecha con una masa de maíz sazonada con caldo
de gallina que se rellena con carne, aceitunas, uvas pasas, alcaparras,
pimentón, cebolla… envuelto todo ello en hojas de plátano y atado
convenientemente. Pues, según cuenta la leyenda, el nombre de este plato
navideño viene de la composición de “allá” (referido a los componentes del
guiso que venían de España) y “acá” (los componentes propiamente americanos).
En Venezuela, como sucede en el resto
de la América hispana, los santos se cuentan por decenas cuando se trata de
nombrar sus ciudades: San Francisco y Santa Elena por el oeste, San Fernando y
San Carlos por el sur, San Cristóbal y Santa Rita en el oeste, San Felipe al
norte del país.
Venezuela, en cuanto al tema que nos
compete, goza de buena salud. Es una de las sólidas piedras del edificio de la
Lengua Española.
JORGE
URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor de Lengua y Literatura
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