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58. El Universo y el hombre


    4 LA OSCURIDAD DEL CIELO NOCTURNO

Ya en el siglo XVI,  la oscuridad de la noche constituía  un misterio para los estudiosos de la astronomía. Aunque pareciera una trivialidad y algo natural y cotidiano para la población en general, no lo era para mentes inquietas y reflexivas como la de Johannes Kepler (1571-1630), matemático y astrónomo alemán. Planteaba éste que si el número de estrellas era infinito, como parecía concluirse de las observaciones con telescopio de Galileo, y estaban distribuidas de manera uniforme, las estrellas cubrirían todas las zonas del cielo sin dejar ningún hueco; la cantidad de luz que nos llegase sería infinita y el cielo debería brillar como una bola de fuego. En cambio era negro en ausencia del Sol. Se planteaba así una paradoja. La cual seguía planteándose  a principios del siglo XVIII.


H.W.M. Olbers
Heinrich Wilheln Matthäus Olbers (1758-1840) médico y astrónomo alemán,  sugirió en 1820 que el motivo de la oscuridad nocturna sería la existencia de nubes de polvo en el espacio, las cuales absorberían la luz de las estrellas más lejanas. Pero a este argumento le surgió  un inconveniente; dichas nubes irían calentándose hasta llegar a emitir tanta luz como recibiesen. Se establecía la llamada paradoja de Olbers.

Para neutralizar este argumento cabía la posibilidad de que el número de estrellas no fuese infinito, aunque muy grande y distribuidas  en un espacio finito de vastas dimensiones.

Actualmente se sabe que el cielo nocturno es oscuro porque el Universo no es infinitamente antiguo y, además está en expansión; la luz de muchas estrellas no nos ha llegado aún, y la que llega lo hace en una longitud de onda diferente, “cansada” por el largo viaje.

Francisco Sáez Pastor
Universidad de Vigo

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