(VI)
Más vale escuchar la reprimenda del sabio
que prestar oídos al canto de los necios.
Como el crepitar de los espinos
bajo el caldero,
así es la risa del necio.
También esto
es vanidad.
(Ecl 7,6)
Literariamente la comparación del
alegre crepitar de fuego de los espinos (sîrîm) bajo el caldero con la risa de
los necios es de antología, pintoresca, original, logradísima.
En el hogar de nuestros abuelos,
fuego de chimenea, la olla sobre unas trébedes hervía al calor de una leña puro
rojo fuego, chopos, ramas grandes y chicas, que había cortado la azuela o el
podón... Si la leña estaba bien seca y abundaba la hojarasca, el fuego era
rápido y ruidoso. “Mucho ruido y pocas nueces”, decían nuestros abuelos, ni más
ni menos que la vana risa del coro de los necios de que habla nuestro Cohelet.
Parece ser que el texto se expresa
con un ingenioso juego de palabras en chisporroteo fonético hebreo: “keqol hassîrîm tahat hassîr ken sehoq
hakkesîl”.
Nuestro mundo necio es estúpido,
está vacío. Sólo los necios pueden alimentar la vana ilusión de ser felices en
él. Su elogio es vano, chisporroteo.
La seria reprimenda del sabio es
otra cosa, porque Dios hizo hermosas las cosas a su debido tiempo y son obra
suya.
QerhuteV
Ancien élève de Évode
Beaucamp
y de Francesco
Spadafora
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