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62. Cardenal Cisneros


      QUINTO CENTENARIO DE LA MUERTE 

DEL CARDENAL FRANCISCO JIMÉNEZ 

DE CISNEROS (1436-1517)

Primera parte:




Retrato del cardenal Cisneros  que se encuentra en la Universidad Complutense de Madrid con marco de época identificador del personaje.
                                                     Atribuido a Eugenio Cajés (1575-1634) o de su taller.


El 8 de noviembre de 1517 moría en Roa, (Burgos), el cardenal  Francisco Jiménez de Cisneros, regente de los reinos de España por testamento del fallecido Rey Fernando el Católico hasta que llegara a España su nieto heredero, el príncipe Carlos I, hijo de Juana y de Felipe el Hermoso, que se estaba educando en Flandes, bajo la tutoría de su tía Margarita de Austria.
El Cardenal Cisneros fue regente dos veces, una de Castilla, tras la muerte de Felipe  el Hermoso y otra del Reino de España tras la muerte de Fernando el Católico.
Fue un gran hombre de estado  que consolidó el poder de la realeza renaciente frente a una nobleza levantisca que se resistía a perder sus privilegios medievales ante el nacimiento de un nuevo poder centralizado, promovido por las monarquías y cada día más fuerte y exigente.
Bien merece que con ocasión del quinto centenario de su muerte, 1517, que estamos celebrando, recordemos y celebremos su memoria como reformista, notable humanista y gran hombre de estado.

NACIMIENTO Y FORMACIÓN DE GONZALO, FUTURO CARDENAL  FRANCISCO JIMÉNEZ DE CISNEROS
Sabemos muy poco acerca de la vida anterior a su nombramiento de confesor de la Reina Isabel la Católica, (1492). Por no saber ni siquiera conocemos con seguridad el año de su nacimiento, aunque todos sus biógrafos e historiadores coinciden en situarlo  en 1436.
Se trata de una vida desconcertante, pues dada su gran personalidad, su impulso reformador, su importancia política en el nacimiento del Reino de España, y la esplendidez de su mecenazgo renacentista, contamos con poquísima documentación sobre su vida hasta cumplidos los 56 años de edad en 1492, fecha en que el Cardenal Mendoza, su protector, le recomienda a Isabel la Católica para que le tome como su confesor y consejero.
Algo así ocurrió en la vida de Jesús, nuestro Salvador, que viviendo 33 años entre nosotros, solamente de los tres últimos tenemos cumplida información.
Un hidalgo de Cisneros (Palencia), llamado Alonso Jiménez, casado con Marina de la Torre fueron los padres del futuro cardenal. El joven matrimonio, se vio obligado por motivos económicos a trasladarse a vivir a  Torrelaguna, villa de Madrid, amurallada en los siglos X y XI y conquistada  a los moros por el rey Alfonso VI  de Castilla en 1390. Dicha villa quedó   desde entonces incorporada jurisdiccionalmente al arzobispado de Toledo.
 


Retablo mayor gótico del siglo XV de la iglesia parroquial de  S. Facundo y S. Primitivo, de Cisneros (Palencia), lugar oriundo de la familia del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Atribuido a Francisco de Giralte, de la  escuela de Berruguete. Es Monumento histórico-artístico desde 1945.



Hacia 1436 nació el hijo mayor del matrimonio, Gonzalo y posteriormente sus dos hermanos, Juan y Bernardino.
Gonzalo realizó los estudios primarios, leer, escribir, contar y un poco de gramática latina,  junto a su tío Álvaro, clérigo en Roa. Continuó luego en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo el título de bachiller en derecho.

ARCIPRESTE DE UCEDA
Gonzalo Jiménez el  bachiller en Leyes nunca llegó a doctorarse en la Universidad por falta de medios económicos  y se ganaba su vida dando clases de gramática  latina a gentes menos cultas que él.
Pensando en su porvenir  y en las muchas rentas  y beneficios de que disponía la Iglesia se determinó a hacerse clérigo y se ordenó de sacerdote.
Poco después, y hacia 1460, no conocemos las fechas exactas, viajó a Roma, donde durante unos seis años, ejerció como abogado eclesiástico en la corte vaticana.
Fruto de  las intrigas, indagaciones, pleitos y juicios que realizó en la curia vaticana del Papa  Paulo II, (1464-1471), sacó adelante un expediente por corrupción que tenía incoado el arcipreste de Uceda, (Guadalajara). Consiguió que dicho arcipreste fuera condenado por corrupto y que su arciprestazgo le fuese adjudicado a él mismo por el Papa Paulo II, mediante una bula de “expectativa”. Esto sucedía  el 22 de enero de 1471. Gonzalo Jiménez tenía 35 años.
 

Iglesia románica del antiguo monasterio de Ntra. Sra. de la Varga en Uceda. (Guadalajara).  De esta villa fue arcipreste el futuro cardenal  Jiménez de Cisneros.




Vuelto al reino de Castilla con su nombramiento papal como arcediano de Uceda bajo el brazo, peleó fuertemente para conseguir que el arzobispo de Toledo, el famoso y prepotente Alonso Carrillo de Acuña, cumpliera con el decreto papal, destituyera al arcipreste corrupto y le nombrara a él como nuevo arcipreste.
Pero el arzobispo Carrillo, el poderoso y prepotente Carrillo, entonces arzobispo de Toledo, a quien pertenecía la jurisdicción sobre Uceda, tenía  su propio candidato para el arciprestazgo y chocó con el nombramiento papal. Gonzalo Jiménez defendió con todo ahínco  su propio derecho al puesto, hasta tal punto que el arzobispo Carrillo acabó metiéndole en prisión, durante dos años en Uceda y luego lo envió a la fortaleza de Santorcaz, pueblo madrileño en el que había una cárcel para clérigos condenados y rebeldes.
Al cabo de seis años fue liberado y finalmente confirmado en su arciprestazgo de Uceda, pero él, para evitar permanecer bajo la vigilancia y el mandato de su arzobispo, renunció al cargo y se incardinó en la diócesis de Sigüenza, gobernada por otro gran arzobispo, el cardenal  Pedro González de Mendoza, políticamente enemistado con Alonso Carrillo.

GONZALO JIMÉNEZ, CAPELLÁN MAYOR DE LA CATEDRAL DE SIGÜENZA Y VICARIO GENERAL DE LA DIÓCESIS



Actual vista exterior de la catedral de Sigüenza. En 1580, su arzobispo, D. Pedro González de Mendoza, acogió bien a Gonzalo Jiménez y tras uno o dos años, le nombró capellán mayor de la catedral y luego  vicario general de la diócesis. El futuro cardenal Cisneros contaba con  44 años de edad.


En 1480, su nuevo obispo, le nombró capellán mayor de la catedral y vicario general de la diócesis de Sigüenza. Gonzalo Jiménez tenía  44 años de edad y su carrera eclesiástica constituía un éxito, llamado a ejercer los mejores  puestos eclesiásticos bajo la protección de uno de los prelados más prestigiosos en la corte de los Reyes Católicos: el cardenal Mendoza.

REPENTINA CRISIS ESPIRITUAL. CAMBIO DE NOMBRE
Cuatro años más tarde, en 1484, su vida experimentó de pronto un gran vuelco espiritual. Una profunda crisis espiritual poco explicada. De pronto, un nuevo espíritu evangélico inundó y transformó por completo su persona: decidió entonces renunciar a todos sus privilegios, oficios y beneficios y entrar,  despojado de todo lo terreno, como pobre y humilde fraile en la Orden franciscana en su rama conventual, que emprendía en esos momentos la restauración de la más estricta observancia.
Firma de Francisco Jiménez de Cisneros
Empezó su conversión por cambiar su nombre de bautismo, Gonzalo por el de  Francisco, (santo de su gran devoción) y añadió a su apellido Jiménez la denominación de su añorado origen palentino: Cisneros. En adelante, para señalar su total conversión y nueva vida de humildad, oración y pobreza se llamará  y firmará siempre Francisco Jiménez de Cisneros.

FRAY FRANCISCO JIMÉNEZ DE CISNEROS, INGRESA EN LA ORDEN FRANCISCANA
Francisco Jiménez de Cisneros, renunció a todos sus derechos y  privilegios en el obispado de Sigüenza y se retiró, como simple aspirante novicio al convento franciscano de La Salceda, (Guadalajara).

 Allí empezó una nueva vida de oración, austeridad y penitencia e incluso de anacoreta, pues el convento contaba con seis o siete cuevas y cabañas esparcidas por el monte adjunto, a las que,  por temporadas, se retiraban los miembros de la comunidad franciscana, en soledad absoluta, para mejor orar, meditar y hacer penitencia como hacían los primitivos monjes.

 

En contacto con la naturaleza durante algún tiempo, Francisco de Cisneros se dedicó, como Francisco de Asís, a la oración, meditación y penitencia en la soledad, preparándose a la nueva vida de austeridad y reforma que había emprendido.


Para todos sus compañeros de Sigüenza y para su mismo obispo D. Pedro González de Mendoza, debió de ser un ejemplo impactante.
Pronto fue nombrado por sus superiores Guardián del convento de La Salceda y unos años más tarde fue elegido Vicario General de Castilla para los conventos franciscanos de la reforma,  en cuyo cargo edificó a todos por su celo, ejemplo y entrega personal.



Ruinas del Monasterio de La Salceda, (Guadalajara) en el que el Cardenal Cisneros ingresó en la Orden de los franciscanos. Allí ejerció de penitente y en una de sus cabañas solitarias pasó largas temporadas de oración y meditación. Posteriormente fue Guardián del convento. Durante su estancia en el convento, murieron primero su padre,  en 1488 y poco después su madre, en 1490.



CONFESOR DE LA REINA ISABEL LA CATÓLICA
En 1492 quedó vacante el puesto de confesor de la reina Isabel la Católica, pues quien lo era, fray Hernando de Talavera, fue nombrado  arzobispo de Granada, recién conquistada  para la causa cristiana.
El arzobispo de Sigüenza, cardenal Mendoza, sin duda muy impactado por  el vivo ejemplo de su antiguo vicario general y tal vez también, en su segunda intención y poco amigo como era de su enemigo Carrillo, por tener un conocido de confianza en la corte  real, se apresuró a aconsejar a la reina que sería una garantía de seguridad para ella, nombrar como nuevo confesor suyo  al franciscano fray   Francisco Jiménez de Cisneros.
La reina, que achacaba al cardenal Mendoza su floja moral ética, (tenía tres hijos ilegítimos a quienes la reina Isabel llamaba indulgente e irónicamente “los bellos pecados del cardenal”), siguió acertadamente su consejo y nombró a fray Francisco Jiménez Cisneros su confesor.
La primera reacción de fray Francisco a tal propuesta no fue muy de su agrado y  puso sus  condiciones  para aceptar el cargo. Así lo suscribe Albar Gómez de Castro: “No había de tener ración, (alimentación), de palacio sino la de su convento o lo que pidiese de puerta en puerta. No había de asistir (habitar) en la corte, sino en el convento más vecino” (El Cardenal Cisneros, Josepf Pérez, 2014).
En su humilde convento vivía muy austeramente en compañía de un lego franciscano y “andaba siempre en una bestia menor y muchas veces a pie”. (Vallejo). En sus traslados lo hacía siempre, “a lomos de un jumento que llamaban Benitillo”.
La reina debía mandar a llamarle cuando deseaba consultarle algo y estaba muy sorprendida por su pobreza y austeridad, que resaltaba más en el ambiente mundano que rodeaba en los clérigos de su entorno.

FRANCISCO JIMÉNEZ DE CISNEROS, ARZOPISPO DE TOLEDO
D. Pedro González de Mendoza, que había sucedido al díscolo Alonso Carrillo en el arzobispado de Toledo, murió en 1495 y la reina Católica sin consultar a nadie se apresuró a hacer en Roma las gestiones pertinentes para nombrar nuevo arzobispo de Toledo a su confesor, el pobre y humilde fray Francisco Jiménez de Cisneros, vestido con ásperos sayales, comiendo lo que le daban de limosna, viviendo en un pequeño y destartalado convento y dando ejemplo  de la más admirable austeridad y disponibilidad.




Catedral de Toledo. Después de los reyes, su arzobispo era el  personaje más rico, poderoso e  influyente  del reino. El cardenal Cisneros, después de ser  nombrado arzobispo y primado de España por la reina Católica, continuó vistiendo el sayal de franciscano durante casi dos años más que tardó en tomar posesión de su cargo  y aun después, solo usó sus vestidos señoriales por la dignidad que exigía su estado. Vivió pobremente e invirtió sus cuantiosísimas rentas  en su mecenazgo a las letras y las artes, particularmente en la fundación de la Universidad Complutense  de Alcalá de Henares, que dotó  cumplidamente en edificios, cátedras y maestros.


Su nombramiento fue impactante para todo el Reino pues nadie se esperaba semejante elección para tan rico y poderoso arzobispado.
Lucio Marineo Sículo, en su obra “De rebus Hispaniae”, (1530), calcula  las rentas eclesiásticas españolas de aquellos años en un total de  474.500 ducados, (177.937.500 maravedises), a las que habría que añadir las rentas de los monasterios, conventos y capellanías.
En su libro “Cisneros, el Cardenal de España”, Joseph Pérez, describe así la riqueza y el poder que representaba entonces el Arzobispado de Toledo:  “su vasto territorio  iba desde el norte de la actual provincia de Madrid hasta Cazorla”, con unos 100.000 habitantes. Sobre este territorio el arzobispo tenía poderes administrativos, judiciales e incluso militares. Bajo el punto de vista eclesiástico contaba con  una catedral, dos colegiatas- Alcalá de Henares y Talavera- más de doscientos beneficios,  veinte arciprestazgos, cuatro vicarías, cerca de trescientas parroquias, cuatrocientos beneficios simples y cuatrocientas cincuenta capellanías.
El arzobispo nombraba a regidores, alcaldes, fiscales y gobernadores militares de ciudades y aldeas”. (Cisneros el  Cardenal de España, 2014)
A este inmenso poder, venían aspirando tradicionalmente  los clérigos de más ilustres familias españolas. Por primera vez, un pobre fraile, sin apenas ser conocido, sin ninguna ambición temporal, era presentado para el cargo más importante del reino por una reina reformista, que acertadamente se fijó en el ejemplo de su vida y preparación.

FRANCISCO JIMÉNEZ DE CISNEROS, CARDENAL PRIMADO DE ESPAÑA 
Fernando el Católico, en premio a Cisneros por el empeño puesto en la buena gobernanza de los reinos mientras él aseguraba su triunfo en Nápoles frente a las ambiciones francesas, consiguió que el Papa Julio II, le  nombrase cardenal de la Santa Iglesia bajo el título de santa Bibiana, en mayo de 1507.
Se coronaba así  de dignidad y grandeza moral la obra extraordinaria  que entre un cardenal, Francisco Jiménez de Cisneros, sabio, prudente y rico, una reina, Isabel La Católica, ambiciosa y emprendedora y un rey, Fernando, su esposo, incansable y batallador, lograrían conseguir: el primer imperio mundial de la Historia donde no se pondría el sol.
(Continuará)
JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BRAVO
Maestro, doctor en Historia
Exdirector de la Universidad Laboral de Toledo
 Villanueva de la Peña 8 de abril de 2017

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