(IX)
No quieras ser
demasiado justo,
ni te pases de
listo.
(7,16)
Cohelet está desorientado. La vida real le sigue pareciendo
sin sentido.
La fidelidad
a la Ley de Dios no es garantía de éxito en la vida. ¿Entonces?
Entonces,
como buen israelita afirma a Dios y afirma la vida. Dios gobierna el mundo. No
sabe cómo. Empieza a comprobar que el mundo no está hecho a medida del hombre
sino a medida de Dios. El mundo es obra Suya. Nos sobrepasa la Sabiduría y
también la Justicia. Hay que ser justo como Dios quiere, no como se nos antoje
a nosotros.
La sabiduría
tampoco la creamos nosotros. Se nos da. Hay que ir tras ella, alcanzarla. Si
ella avanza, avancemos nosotros; si hay que detenerse, porque no alcanzamos el
sentido de las cosas o del Cielo, habremos de detenernos, no pasarnos de
listos. De tejas abajo andaremos desconcertados.
Beaucamp en plena clase. Universidad de Letrán. |
Cohelet se instala en el momento
presente (Beaucamp). La
realidad se nos pierde en el misterio de Dios, se nos escapa. Nos deja, como a
Israel, con los brazos abiertos ante un
más allá que no vemos.
L La
iniciativa no la pongas en ti. No eres centro. El mundo no gira en tu derredor.
Justo es Dios. Sólo Dios es perfecto: nos anticipa el Cohelet lo que Jesús nos
dirá cuatro siglos más tarde (Lc 18,19). El Cohelet lo está descubriendo y nos
lo adelanta en su libro. Conténtate con
la perfección limitada que tienes a mano.
La Justicia y la Sabiduría están por
encima de nosotros. Somos
justos y sabios por participación con la Justicia y con la Sabiduría divinas,
respectivamente. Nos pasamos de listos si intentamos adelantarnos al ser de las
cosas y a señalarles su camino. Dios es como es y las cosas son lo que son y como
son. Sigue con humildad el camino de la Sabiduría. Gira a izquierda y a
derecha, cuando ella gira a izquierda y a derecha, etc.
El Cohelet se pone a calcular
distancias y constata
patético al empezar a redactar uno de los capítulos de su libro: Dios está en el Cielo y tú en la Tierra (5,1).
Nos acaba de colocar en nuestro sitio. Al Cohelet, desconcertado y sobrecogido
por la transcendencia divina, por la distancia de abismo, mira al suelo y nos habla sincero: Nadie puede comprender lo que se hace bajo el sol (8,17).
QerhuteV
Ancien élève de Evode Beaucamp
y de Francesco Spadafora
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