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62. El Universo y el hombre

 
         8 LA LEY DE HUBBLE
 
Como vimos en el anterior artículo, a través de las observaciones de las galaxias que había hecho Edwin Hubble y su equipo en el observatorio de Monte Wilson, en California, se había comprobado que las galaxias se estaban alejando.

Entre 1924 y 1929, Hubble comprobó en sus abundantes y sistemáticas observaciones, que cuanto más distante se hallaba una galaxia, ¡a más velocidad se desplazaba!; y que esta velocidad dependía de la distancia, de manera que si una galaxia se encontraba a doble distancia que otra, se alejaba a doble velocidad. Esta proporción se conoce como Ley de Hubble.

Dicha ley establece que la velocidad de recesión de una galaxia es directamente proporcional a su distancia. Su expresión es: V = kD; de la cual V, es la velocidad de recesión de la galaxia expresada en km/segundos; D, es la distancia expresada en millones de años luz y k, es la constante de Hubble; se expresa en km/seg/megaparsec. El megaparsec (mp) es igual a  3.26 millones de años luz.

La distancia a la que estimó Hubble en 1929 que estarían las galaxias más alejadas era de unos 2.000 millones de años luz, con un valor para la constante k de 500 km/seg/mp. Ese sería, pues, el radio de la esfera celeste y, por tanto, su edad.

En años sucesivos el valor de k fue disminuyendo, lo que significaba que la edad del Universo, según el hombre, había ido aumentando. Actualmente se sabe que el radio de la esfera celeste es de cerca de 14.000 millones de años luz.

La ampliación de los horizontes del Universo, que el hombre experimentó en aquellas fechas fue enorme. El inquietante concepto del Universo infinito volvería a planearse en su mente. Pero al descubrir que las galaxias se estaban alejando entre sí, aportaba una nueva reflexión que conmocionó a la comunidad científica en esos años.

Como casi todas las galaxias se alejaban unas de otras, si hacíamos una retrospección, como una película proyectada al revés, llegaríamos a la conclusión de que en tiempos anteriores habrían estado  muy juntas, hasta el punto de que no se distinguieran unas de otras. Se abrían así nuevos frentes de reflexión, de investigación y, también, de especulación en el ámbito astronómico.

Pudo existir un tiempo en el que todas las galaxias estuvieran agrupadas en un mismo bloque de materia; y que fueran impelidas por alguna forma de  explosión.

Ante estos nuevos conocimientos, George Lemaître (1894-1966), sacerdote belga, astrónomo y profesor de física en la Universidad Católica de Lovaina, propuso en 1931 un Universo primitivo contenido en un átomo 30 veces el tamaño del Sol; en un huevo cósmico. Al explosionar en el espacio, este átomo habría dispersado la materia con distintas velocidades y habría acabado por condensar y formar estrellas y galaxias.

Francisco Sáez Pastor
Universidad de Vigo

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