EPITAFIO
A las ruinas del colegio Maravillas, incendiado por las turbas.
Míranos, transeúnte, ten el paso,
y llora con nosotros nuestro sino;
de espaldas a este loco torbellino
de la gran urbe, piensa en nuestro caso.
Ayer éramos templo, aula museo,
jardín cuajado en flor como esperanza,
segura, en ilusiones del deseo.
Hoy, míranos, paredes
descarnadas,
vanos como las órbitas de
un muerto,
estatuas, aún en pie,
decapitadas.
Esto hizo el odio impío de
un insano;
pero en este cadáver, que
crees muerto,
aun rescolda el amor para
ese hermano.
H. Nazario González
Madrid 1940
Bilbao 1935
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