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62. Tercios viejos

                 
          7 Creación de los Nuevos Tercios de la Mar Océano

Carlos I de España y V de Alemania, creador del primer imperio global en la Historia de la Humanidad, comprendió muy pronto la urgente necesidad que tenía de dominar mares y océanos, si quería conservar y administrar las  tierras que  bañaban sus dominios.
Para ello no solo debía contar con un  ejército terrestre preparado y puesto al día, ya en marcha con su proyecto de los Tercios Viejos, sino emprender paralelamente las acciones oportunas para conseguir el dominio del mar mediante una buena Flota Armada, gobernada por marinos competentes y con soldados especializados en el ataque de naves enemigas, en  las técnicas del abordaje, del desembarco y del asedio y conquista de bastiones y puertos fortificados del enemigo, así como  en la protección de sus convoyes comerciales interoceánicos.


       El Imperio Otomano de Estambúl bajo el mando de Soleimán el Magnífico y sus aliados berberiscos  y corsarios norteafricanos, amenazaban constantemente, con acciones puntuales de una guerra no declarada, el comercio y las comunicaciones mediterráneas del emperador Carlos I. Era de prever, a la corta o a la larga, una gran confrontación entre ambos imperios y el emperador cristiano determinó, desde los primeros años de su reinado, irse  preparando con  hombres y navíos para tan singular combate naval, que en efecto, llegaría el 7 de octubre de 1571, día en que ambas potencias medirán sus fuerzas en la  Batalla de Lepanto, calificada por el genio de las letras españolas, Miguel de Cervantes Saavedra, como "la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros".


En consecuencia en 1537 Carlos I de España ordenó a su Virrey de Nápoles, García de Toledo, que eligiera y entrenara en su Escuadra de la bahía de Nápoles a algunas “Compañías de los Tercios Viejos”, hasta especializarlas en el abordaje, la lucha marina y el desembarco en previsión de futuros combates navales.
Sus ejercicios serían principalmente la defensa  del barco en que navegaban, las técnicas del abordaje sobre naves enemigas, el desembarco en playas solitarias o enemigas,  el establecimiento de cabezas de puente y la defensa y ataque de bastiones y puertos enemigos.
 En el Atlántico, el comercio marítimo entre España y sus posesiones de ultramar,  sufría también una gran inseguridad  ante las emboscadas y ataques constantes de los piratas y corsarios ingleses, holandeses y franceses. El emperador pretendía también poner remedio a estos males utilizando las  nuevas compañías que, una vez entrenadas y preparadas, escoltarían  sus barcos mercantes en las flotas de ultramar.
Así nacieron las primeras compañías de los “nuevos tercios de la mar océano”.


7.1 Las Escuadras del Imperio español
En el siglo XVI cada uno de los Reinos españoles con costas y puertos marítimos contaba con una escuadra para vigilar  su litoral, perseguir a corsarios y piratas y evitar las rafias  y desembarcos enemigos.
Las principales escuadras para la debida vigilancia de costas y rutas comerciales eran:
En el Mediterráneo:
La Escuadra de galeras de España. La creó y dirigió  D. Álvaro de Bazán, “el Viejo”, padre del  famoso marino Marqués de Santa Cruz. Contaba con 10 galeras y 1 bergantín. Para el sitio de Túnez de  1535, aportaba ya 15 galeras.

La Guardia de las costas del Reino de Granada. Se constituyó en 1529, y la formaban  8 galeras y 2 bergantines armados todos ellos con la suficiente artillería.

20 galeras de Andrea Doria.  En 1528, el Reino de España, alquiló su flota al  famoso marino genovés para la defensa de los puertos y costas de la Península.

La Escuadra de galeras del Reino de Nápoles. En 1535, García de Toledo, virrey de Nápoles, fue el creador de  esta escuadra.
Desde 1537, por órdenes del emperador comenzaron a formarse algunas compañías con soldados elegidos entre los Tercios Viejos con base en Italia para ser entrenados en sus navíos. Se les llamó por ello   “Los Tercios del Mar embarcados”.
La Escuadra de galeras de Nápoles pasó a ser así una de las bases navales más importantes y modernas de Europa para el entrenamiento del nuevo tercio español.

La Escuadra de galeras de Sicilia existía ya por estas fechas  con 10 galeras. 

4 galeras más defendían especialmente los intereses comerciales y marítimos de los puertos de Cataluña, Valencia, Baleares, Cerdeña y sus mares correspondientes.


En el Atlántico:

Escuadras del Cantábrico. En las costas cantábricas existía una eficiente y fuerte escuadra con puertos importantes en el País Vasco, Cantabria, Asturias y La Coruña para la defensa de sus territorios y protección del tráfico comercial atlántico.

La Flota de Indias. Creada por una Ordenanza de 1543. Se organizaron dos rutas transoceánicas anuales, protegidas y custodiadas: la llamada Ruta de Nueva España que partía de Sanlúcar de Barrameda hacia las Antillas Mayores. De allí se encaminaba a Vera Cruz, en Méjico y descargadas y cargadas de nuevo, las naves volvían al puerto de Sevilla remontando el Guadalquivir.
El segundo viaje anual, denominado  De Tierra Firme, iba directamente  a las pequeñas Antillas desde donde continuaba viaje rumbo hacia Panamá,  entre julio y agosto.
Las caravanas en un sentido y en otro estaban formadas por unos 30 ó 35 navíos de carga de los que al menos dos debían ser galeones muy bien artillados: 4 cañones de hierro, 8 de bronce y 24 piezas menores y decenas de tercios arcabuceros, especializados en defensa y ataque de naves enemigas.
Todas  las naves de carga que formaban parte del convoy iban también artilladas con 2 ó 3 cañones y numerosos tercios arcabuceros y diversas armas blancas.



7.2 Creación de los nuevos Tercios Navales: el de la Mar en Nápoles, El Tercio de la Armada del Océano y el Tercio de Galeras en Sicilia 

      En Nápoles fueron los mandos de los Tercios Viejos quienes seleccionaron, organizaron y constituyeron el nuevo “Tercio embarcado” o “Tercio de la Mar”. 
         Felipe II, apoyándose  en los “Tercios embarcados”  creados por el emperador  Carlos, su padre, creó definitivamente los nuevos Tercios Marinos en 1566:
        Este año mediante un real decreto, desarrolló el concepto actual de Fuerza de Desembarco, es decir, la proyección del poder naval sobre la costa, creando en ese mismo año los 3 nuevos tercios: el Tercio Nuevo de la Mar en Nápoles, el Tercio de la Armada del Mar Océano y el Tercio de Galeras en Sicilia. Más adelante, en 1571, creó un cuarto, el Tercio Viejo de la Mar Océano y de Infantería Napolitana.
Así se gestó y nació para la historia  “el primer cuerpo de Infantería de Marina” de la era moderna, iniciado por Carlos I en  1537 y constituido por Felipe II en 1566.
En ellas combatió, como infante de marina de los tercios del mar,  el más ilustre y heroico literato de las letras españolas, Miguel de Cervantes Saavedra, miembro del Tercio de la Marina, bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León,  en el Tercio de Granada de Lope de Figueroa. Participó heroicamente en la batalla naval de Lepanto según consta en sus crónicas:
“Cuando se reconosció el armada del Turco, en la dicha batalla naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y el dicho capitán... y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba enfermo y con calentura, que estuviese quedo abajo en la cámara de la galera; y el dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta, y que con su salud... Y peleó como valiente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó y le dio orden, con otros soldados. Y acabada la batalla, como el señor don Juan supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado el dicho Miguel de Cervantes, le acrescentó y le dio cuatro ducados más de su paga... De la dicha batalla naval salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que quedó estropeado de la dicha mano”.
Se curó en el hospital de Messina, pero su mano izquierda quedó anquilosada y por eso será conocido como el “Manco de Lepanto”.
 Curado, aún tomó parte en las Expediciones navales de Navarino (1572), Corfú, Bicerta y Túnez,  en 1573.



7.3  Diferentes barcos de la Armada española del siglo XVI
 
   
     Galeón, barco típicamente español del siglo XVI, originariamente de carga pero artillado con muchos cañones y bien preparado con arcabuceros especializados en el abordaje desde mediados del siglo XVI. El Galeón se convertía en  una nave poderosa en  batallas marítimas y muy bien preparada para luchar contra corsarios y   piratas.




El galeón fue el barco ideal para el  siglo XVI, pues competía en carga con la nao y en velocidad y maniobrabilidad con la carabela, usada hasta entonces en viajes de exploración y comercio. Se movía por la acción del viento en su poderoso velamen. Su capacidad de carga y armamento era muy superior a las galeras que solían actuar en el Mediterráneo.
Artillado, se  convertía en un poderoso  navío de guerra pues podía llevar un gran número de cañones y soldados.
La artillería se distribuía en filas a ambos costados de popa y proa. La borda quedaba a una altura sobre la línea de flotación que dificultaba grandemente su abordaje por parte del enemigo
Como buque de escolta era el barco ideal para ser utilizado por la escuadra del Mar Océano frente a piratas y corsarios y participó en las  grandes batallas navales del Mediterráneo y en las luchas de Argel y Túnez.
Había también galeones “agaleados” que disponían también de remos para aumentar su velocidad y maniobrabilidad.
El armamento artillero se montaba sobre ambas  bandas, en unos portillos sobre la cubierta superior o en la primera cubierta y oscilaba entre 50 cañones y los 16 que se montaban al principio.
Su desplazamiento variaba entre 800 y 1000 toneladas.

La carabela, Una embarcación alta, larga y ligera. Con tres mástiles. Usada por Cristóbal Colón para descubrir las tierras de América.
 

         Réplica de las carabelas usadas por Colón en el descubrimiento de América, expuesta en la Exposición de Sevilla, 1992.



La galera. Por su gran capacidad de carga era la preferida para las rutas comerciales mediterráneas.  Se movía por la fuerza de los remos con opciones de ayudarse también con la vela. Debidamente artillada este tipo de barco constituyó el grueso de embarcaciones en la gran batalla naval de Lepanto, en 1571, contra el Imperio Otomano.
La galera era un barco de carga muy usado y por ello movido principalmente por remos  para no depender de la fuerza del viento. Los grandes criminales o prisioneros de guerra, eran “condenados a remar  en galeras” hasta redimir sus condenas.
          

         La galera. Durante siglos fue el barco más usado para el transporte en aguas mediterráneas, sin apenas modificaciones. Ágil y veloz, dotado con una quilla dura y cortante, era capaz de causar daños irreparables al adversario.



La galeaza, con un solo mástil y  pocos remeros; solía ir armada con tres cañones y varios pelotones de arcabuceros.

Galeaza veneciana, hacia 1560. Esta nave salió de los astilleros de Venecia hacia 1530. Podía llevar entre gente de mar y arcabuceros hasta 500 personas. Fue una de las naves con mayor potencia de fuego artillero.  Desplazaba unas 1.500 toneladas.  6 galeazas constituían la vanguardia cristiana en la batalla de Lepanto.

El bergantín, embarcación de dos palos, el mayor y el trinquete. Apareció  a mediados del siglo XVI. Dotado de un gran velamen, con una gran vela cuadrada y otra de cuchillo, era muy veloz y ágil. Movido por 10 ó 15  remos por cada banda y armado con unos 20 cañones de mediano calibre. En él se embarcaban los arcabuceros que solían actuar de exploradores en una cabeza de puente o desembarco playero.
                                        “Con diez cañones por banda,
                                         Viento en popa a toda vela
                                          no corta el mar sino vuela
                                          mi velero bergantín”…
                                                                            (José de Espronceda, 1840)


Bergantín: embarcación a vela. Podía ir armado con  10 y hasta 18 cañones y muy excepcionalmente con 24. La tripulación la formaban unos 30 marinos y podía admitir hasta un centenar de soldados del tercio dispuestos al abordaje o hundimiento del barco enemigo. Era un barco muy usado en la vigilancia costera.

La nao era una nave de transporte dotada de castillo de popa. Una vez artillada, se convertía fácilmente en un barco de ataque y destrucción de otros navíos. En los siglos XIV, XV, XVI y XVII en castellano  nao era el sinónimo de nave.
Son muy nombradas y conocidas la nao de “Santa María” de Cristóbal Colón y la nao “Victoria” de Fernando de Magallanes.


Nao de Santa María, nave capitana de la expedición de Cristóbal Colón que descubrió el nuevo continente americano.

La carraca, usada en el transporte de mercancías entre puertos cercanos. En tiempo  de guerra podía también armarse con cañones y tropa de infantería. Las carracas tenían un casco ligeramente  redondeado. Incorporaban tres palos, el trinquete, el mayor con velas cuadradas y el mesana con vela triangular. Los cañones estaban situados en 3 hileras a popa del palo mayor  y 2 hileras en el castillo de proa.


Modelo de la carraca portuguesa , armada con 3  hileras de cañones.

Lanchas y chulapas de desembarco que, transportadas a bordo de barcos mayores, se lanzaban al agua para favorecer el desembarco de los Tercios de Mar.

7.4 Armamento de los barcos
Los tercios embarcados  se regían por las mismas normas,  tenían la misma estructura en su cadena de mandos y usaban las mismas armas que los tercios viejos de Italia o los creados en Flandes, pero cada uno se ejercitaba con dedicación y entusiasmo en la especialidad que les había originado.
En los cañones navales se usaban las llamadas  bolas atadas, dos  bolas de hierro unidas por una cadena que al dar en los palos del velamen de las naves enemigas, las quebraban y arruinaban, dificultando grandemente  el gobierno de la nave.
El alcance teórico de las balas disparadas era de unos 800 a 1200 m como máximo, aunque el mayor efecto se conseguía al disparar desde unos 400 m.
La frecuencia de disparo  frente al enemigo era entre cuatro y seis disparos por hora y debían ser siempre tiros rasantes que rompieran el velamen o impactaran sobre el casco del barco enemigo. Eran muy temidas también las teas incendiarias.
(Continuará)
JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BRAVO
Maestro, doctor en Historia,
Exdirector de la Universidad Laboral de Toledo
Villanueva de la Peña 12 de abril  de 2017

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