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68. Con mera calderilla




CON MERA CALDERILLA…



4 PEREGRINOS
   

NOS PONEMOS PIE EN CADA MAÑANA CON LA IDEA DE QUE SOMOS PEREGRINOS

Nos despertamos cada mañana y nos encontramos vivos en este mundo, en el que ya llevamos unos años. Ponemos pie al saltar de la cama como extranjeros. No es nuestro este mundo. Estamos de paso, somos viajeros en él. Somos de los que atraviesan un campo, campo a través. Los clásicos romanos en latín nos dirían que somos peregrinos, que marchamos campo a través, “per-agros”. 

Con la conciencia de las Cruzadas y de las grandes catedrales góticas del Medievo a nuestras espaldas históricas, como aquellos gigantes del pasado, somos peregrinos en marcha, en busca de lo sagrado. El viajero marcha hacia un lugar, nosotros como peregrinos hacia la Realidad más allá de los lugares que pisan nuestros pies. Nosotros somos “extranjeros domiciliados”, sufrimos el mal del país en el que estamos: las servidumbres de la condición humana. Por eso, estamos en camino hacia un inefable espacio sagrado, la Tierra de Dios, la Jerusalén Celeste. 

Como peregrinos nuestro calzado es ajustado; en la mochila o el fardel, poco peso, lo imprescindible; indiferentes a la comodidad del albergue; por bordón, Cristo y su Gloriosa Madre, ¿nada más?, nada más. 

Peregrinamos con la ilusión de encontrarnos más allá con el “Totalmente Otro”, que además es nuestro Padre, que no conocemos y del que apenas sabemos algo. Nos aguarda. El camino ya es una teofanía y desembocará en una eterna y feliz teofanía.  

Mera calderilla, pero rica sobremanera es esta realidad: la de viator o peregrino, una mera consideración y unos pies hermosos sobre los montes para la marcha.
CUR

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