5. De la “Escuela de los
Hermanos”
al
“Colegio La Salle”
Cuando inicié mi docencia (año 1962), la escuela cristiana a la que fui
destinado tenía un profesorado compuesto por 5 Hermanos y dos o tres seglares.
En los centros sucesivos a los que fui destinado, la mayoría de Hermanos era
significativa y notable comparada con la minoría de los profesores seglares. Y
hablo de Escuelas de pequeñas dimensiones: nada comparable con los grandes Colegios (de cuarenta o cincuenta
Hermanos) cuya abrumadora presencia corroboraba el nombre que dicho centro
recibía: “la Escuela de los Hermanos”, “el Colegio de Los Hermanos”. Hubo luego un lento declinar del número de
Hermanos y de su acción en los centros y un correlativo aumento de los
seglares, todavía “meros” colaboradores de “los Hermanos” que eran los que inspiraban,
animaban y dirigían el centro educativo.
Eran
los Hermanos, sí, los que “llevaban” el Colegio ayudados por los seglares. Pero
ya en algunos documentos de aquellos años, la Declaración, por ejemplo,
se leía: “La comunidad escolar sólo podrá
surgir si existe de antemano la comunidad educadora, cuya riqueza depende de la
diversidad y unidad entre sus miembros. Por lo cual, deben colaborar gustosos
los Hermanos con los seglares, que suministran a la comunidad educadora la
aportación irreemplazable su conocimiento del mundo, de su experiencia
familiar, cívica y sindical. Procedan de tal modo que los maestros seglares
estén en condiciones de ocupar dignamente su puesto en toda la vida de
la escuela: en la catequesis, los movimientos apostólicos, las actividades
periescolares, aun tal vez en las responsabilidades administrativas y de
dirección” (Declaración… n. 46, 3).
Pues
bien, ese puesto “ocupado dignamente” -se entendía, como digo, colaborando con
los Hermanos- es hoy ejercido desde el protagonismo que han llegado a
adquirir los seglares: ellos son los que ejercen la acción educativa directa en
un alto porcentaje, ellos quienes ocupan
casi la totalidad de los puestos de
docencia y educación, ellos quienes educan en los valores que
constituyen el armazón del Proyecto educador lasaliano y también los que
ocupan los puestos no docentes, pero de enorme responsabilidad: orientación
psicopedagógica, coordinación, tutorías, compromiso social de alumnos y
profesores, animación pastoral… Hoy tiene pleno sentido la frase de la
Declaración, que invierte el sentido de los “colaboradores”. Ahora lo son los
Hermanos de los seglares…
Los
seglares son hoy quienes mantienen viva la escuela de Los Hermanos, en ausencia
total o casi total de estos. Los seglares han heredado –asumido y asimilado- el
espíritu y el carisma de S. J. B. de La Salle; ellos mantienen vivos los
hábitos pedagógicos que encarnan la
identidad lasaliana y ellos, también, han conservado las expresiones
tradicionales que creíamos eran patrimonio de las casas de formación: “Viva Jesús en nuestros corazones”, “Acordémonos que estamos en la santa
presencia de Dios…”. O, lo que es más importante, quienes siguen conocen y
viven el “itinerario espiritual” de San Juan Bautista de la Salle. Y está tan
generalizada la presencia y la acción de los seglares en las “Escuelas de los
Hermanos” que estas han dejado de llamarse así, para adoptar el nombre de “Escuelas La Salle”. Siguen animadas por el espíritu
de S.J. B. de La Salle y gestionadas por lasalianos, aunque ya no sean
Hermanos.
Un cambio de lenguaje
En
los años posteriores al concilio Vaticano II se experimentó, en las
Congregaciones Religiosas laicales, sobre todo, y muy especialmente en la de
los fsc, un cambio sensible de lenguaje. La realidad que se iba imponiendo no
era un mero hecho sociológico, sino que
era leído como un “signo de los tiempos” y, por lo tanto, objeto de un lenguaje
teológico: desde el nacimiento de la llamada “Familia Lasaliana” se llegó a la consideración de la “Misión Compartida” como expresión de lo que estaba siendo realidad
palpable: los seglares comenzaban a reemplazar a los Hermanos en la misión
educativa lasaliana, en la educación cristiana; y ya no como “meros
colaboradores”, sino como partícipes de la misión
común de la Iglesia, vivida desde el carisma
de San Juan Bautista de La Salle. La actual Regla de los Hermanos lo expresa
claramente: “el carisma lasaliano es un
don del Espíritu Santo a la Iglesia con miras a la educación humana y
cristiana. Los Hermanos comparten
gozosos la misma misión con los seglares que se identifican y viven el carisma
lasaliano. Juntos aseguran la vitalidad de este carisma, suscitando y
desarrollando estructuras de animación, de formación y de investigación, donde
cada uno pueda profundizar la comprensión de su propia vocación y de la misión
lasaliana” (R.19).
La
Regla de los Hermanos recuerda a estos que siguen ejerciendo –quizás de otro
modo y en otra situación- la misma misión educadora de siempre. Y afirma con claridad
que, lejos de dejarse invadir por un pesimismo paralizante, han de ver esta
realidad de miles de educadores, hombres y mujeres, que viven del espíritu
lasaliano, como una gran riqueza y como un
“signo de esperanza”: “en el desarrollo
con los hombres y mujeres que caminan
con ellos, y que se reconocen hoy como hijos e hijas de Juan Bautista de La Salle, los Hermanos ven
un signo de los tiempos que les llena de
esperanza”. En consecuencia, se sienten
portadores de la especial responsabilidad de compartir esta herencia pedagógica
y espiritual con todos aquellos con quienes trabajan…” (R 157).
Seglares lasalianos en todos los ámbitos
Los
seglares están presentes en todos los ámbitos que no sean específicos de los Hermanos
en cuanto miembros de la Congregación religiosa, fsc. Pero en los demás ámbitos
de la misión, ellos y ellas están presentes.
Lo vimos en el artículo del número pasado al hablar de las comunidades y
de los “Asociados”; ahora podemos nombrar cargos de responsabilidad en el
gobierno del Distrito (Secretariado, Gestión, Administración…) ocupados por
seglares. Es más, lo que llamamos la MEL (Misión Educativa Lasaliana) es un
organismo de inspiración, animación y gestión que, en su mayor parte está en
manos de los seglares.
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Al llegar aquí alguien puede hacerse
una doble pregunta: la primera, acerca de la “carga de lasalianidad” –valga la
expresión- de los seglares… ¿De verdad han asimilado los seglares el espíritu lasaliano, se han sumergido
en la pedagogía lasaliana y viven el carisma de La Salle? Responder a esto nos llevará a hablar en otro
número de AFDA de las estructuras de formación lasaliana de los profesores seglares;
estructuras que existen desde hace tiempo y han probado ser muy eficaces. Y la
segunda, algo sobre el sentido y la acción de los Hermanos, las Comunidades de
Hermanos con respecto a lo que ha sido siempre “su vida”: la vivencia del
carisma educativo, la misión, la presencia y la acción en el centro escolar…
¿Cuál es hoy el papel de los Hermanos? También diremos algo de esto, secundando
las palabras de la Regla de los Hermanos,
a la que citamos por tercera vez: a través de la experiencia nueva de los
seglares como educadores protagonistas en
las escuelas La Salle, los Hermanos “reconocen las llamadas que el Espíritu les
dirige para ser Hermanos hoy” (
R.157).
Teódulo GARCÍA REGIDOR, fsc
Maestro. Profesor del Centro Universitario La
Salle
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