El Maestre de Campo General, era el
oficial de mayor graduación que mandaba los
tercios. Todos los Maestres de Campo eran al mismo tiempo Capitanes de
la primera compañía del tercio al que pertenecían.
Su nombramiento correspondía siempre al
Rey y a su Consejo, sin más méritos para el aspirante que el haber demostrado a
su paso por los distintos mandos intermedios y en diferentes campañas un gran
valor personal, una gran experiencia en los combates, un conocimiento adecuado
de las tácticas de guerra y, sobre todo ello, haberse ganado la confianza en su
persona y preparación.
El nombramiento real le reconocía
capacitado, además, para ser nombrado máxima
autoridad suprema, por encima y al frente de los Maestres de Campo de cada
tercio. El título de Capitán General en Flandes, estuvo reservado siempre para
el Gobernador administrativo de turno.
El nombramiento de Maestre de Campo de
cada tercio concreto, incluía el derecho a participar en los Consejos de Guerra
celebrados por el alto mando militar, a elegir
y nombrar los mandos intermedios en su propio tercio, a certificar su valor y
comportamiento en los combates y a recomendar los ascensos de cuantos estaban
bajo su mando.
En Flandes, el Maestre de Campo General
debía además estar preparado para reemplazar a los Gobernadores Administrativos
en casos de emergencia, ausencia o muerte.
Ofrecemos un breve resumen de la vida
y obra de los más importantes Maestres
de Campo en la larga historia de los Tercios
españoles, sin que ello vaya en desdoro de quienes no nombremos, pues
podemos afirmar que prácticamente todos fueron muy buenos estrategas,
ejemplares soldados, absolutamente entregados a su trabajo y llenos de
prestigio y honor.
12.1 Fernando Álvarez
de Toledo y Pimentel, III duque de Alba (1507-1582)
En el recuerdo popular, tanto de los
Países Bajos como de España, su nombre va unido a los tercios de Flandes. El
tercer duque de Alba ha pasado a ser el prototipo del estratega militar,
exigente en el cumplimiento de la ley y riguroso en el ejercicio de la
justicia.
Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, Gran Duque de Alba (1507-1582).
Retrato de Fernando Álvarez de Toledo
y Pimentel, III duque de Alba de Tormes, IV marqués de Coria, III conde de Salvatierra de Tormes, II conde de Piedrahita
y Grande de España, conocido como el “Gran Duque de Alba”. Hombre de la total
confianza del Emperador Carlos I y de su hijo y sucesor Felipe II. Considerado
por amigos y enemigos como el mejor general de su época.
En 1566, recibió de manos del Papa
San Pío V, la “Rosa de Oro”, el “bonete” y
el “estoque de oro”, distinción hasta
entonces otorgada solo a reyes que se hubieran distinguido en defensa del catolicismo.
Gran Maestre General de los Tercios de
Flandes, participó en las guerras de Italia, (entre 1521 y 1526 y entre 1542 y
1546); en la Jornada de Túnez, en 1535; en la batalla de Mühlberg, luchando
junto al emperador Carlos V en 1547; en la guerra de Esmalcalda; en las guerras
de Flandes, (batallas de Jemmingen y Jodoigne) y en la guerra de sucesión de
Portugal, (batalla de Alcántara, en 1580).
Los reyes, Carlos V y Felipe II
pusieron en él toda su confianza. Tanto por la austeridad y dureza de su vida
personal, como por su táctica y estrategia militar, los historiadores le
consideraban el mejor general de su tiempo. Fue miembro del Consejo de Estado y
de Guerra durante los reinados de Carlos V y Felipe II; Gobernador del Ducado
de Milán (1555-1556), Virrey del Reino de Nápoles, (1556-1558), Gobernador de
los Países Bajos, (1567-1573) y Virrey y Condestable del Reino de Portugal,
(1580-1582).
En 1567, fue nombrado Gobernador de
los Países Bajos y, para tomar posesión de su cargo, inauguró el llamado “camino español”, al pasar con 8.000
tercios desde el norte de Italia a Flandes. Tardaron catorce días en llegar al
Franco Condado y otros catorce en alcanzar
Bruselas.
Venció a Luis de Nassau en la batalla
de Jemmingen, (1568) y a Guillermo
de Orange, en la de Jodoigne, durante
la Guerra de los Ochenta Años.
En la guerra de Felipe II por la sucesión
de Portugal, en 1580, derrotó con sus tercios al pretendiente Antonio, prior de
Crato, en la batalla de Alcántara.
Su divisa personal era: “Deo patrum nostrorum”, “al Dios de
nuestros padres”.
Su estrategia bélica preferida fue
siempre la de eludir y retrasar todo lo posible la batalla definitiva frente al
enemigo, acosarle frecuentemente y cuando menos lo esperaba, mediante ataques
parciales y medidos, desgastarle, dañarle en su retaguardia y
socavar poco a poco su moral, hasta obligarle a abandonar sus propósitos
o descuidar su defensa.
Carlos V lo nombró Capitán General de
sus ejércitos en la lucha contra los protestantes en Alemania. Participó con él
en la batalla de Mühlberg y venció en ella a las tropas del Elector de
Sajonia, en la Liga de Esmalcaldas.
2 D. Juan de Austria (1545-1578)
Hijo ilegítimo reconocido del
Emperador Carlos V y de Bárbara Bombler. Nació en Ratisbona. La madre fue
casada posteriormente con Jerónimo Píramo Kegel, por eso Juan de Austria de
pequeño era conocido con el nombre de “Jeromín”.
El Emperador, preocupado por su
educación, contrató los servicios de un matrimonio formado por Messy,
violinista de la corte imperial casado
con una española, Ana María. Este matrimonio se encargó de su educación a
cambio de 50 ducados anuales y con ellos convivió Jeromín en Leganés, en el más
completo anonimato durante muchos años de su infancia.
En 1554, se encontraba en el castillo
de Villagarcía de Campos, con D. Luis de Quijada y su esposa Dª Magdalena de
Ulloa. Vivió luego algún tiempo en Cuacos de Yuste, cerca del monasterio en que
vivió el Emperador hasta su muerte, (1558). Fue en estos últimos años cuando el padre le cambió el nombre de Jeromín, por el de Juan.
Finalmente, en 1559, se encontraron y
reconocieron los dos hermanastros, Felipe II y Juan de Austria, con ocasión de
una visita del Rey al monasterio cisterciense de la Santa Espina, ubicado en el
valle del río Bajoz, en Castromonte, municipio de Valladolid y allí fue presentado a la corte.
Asistió a diversos cursos en la
Universidad de Alcalá de Henares y se
cuidó mucho su formación militar bajo las enseñanzas de sus consejeros, D. Luis
de Requesens, casi de su misma edad, y D. Álvaro de Bazán, marqués de Santa
Cruz.
D. Juan de Austria más tarde sería
nombrado por el rey, Capitán General de
los tercios de la Mar Océano.
En la rebelión morisca de las
Alpujarras, en 1567, D. Juan de Austria fue nombrado jefe supremo del ejército
cristiano. En tres años y en muy difíciles escenarios y circunstancias, consiguió
la pacificación y el sometimiento de los
moriscos.
En 1571, nombrado por Felipe II, Almirante
supremo de los tercios embarcados y de las naves de la Santa Liga, consiguió en
Lepanto, una gran victoria naval sobre turcos, mahometanos y berberiscos, muy celebrada
por toda la cristiandad con grandes festejos y algaradas.
La “Real”, nave
capitana cristiana al mando de D. Juan de Austria, durante la batalla de Lepanto.
La gran victoria obtenida por la Santa Liga, fue el mayor triunfo personal
alcanzado por D. Juan de Austria al
frente de sus Tercios de la Mar Océano. La galera “La Real”, en pleno combate
y tras duros abordajes se hizo con la
capitana turca. Alí Pachá fue herido y muerto de un arcabuzazo. Posteriormente
fue decapitado y su cabeza colocada en el mástil más alto de la nave capitana
cristiana.
Tras la muerte repentina por causa de
la peste, del Gobernador de Flandes, D. Luis de Requesens y Zúñiga, antiguo
consejero y amigo de D. Juan de Austria, Felipe II nombró a su hermanastro
nuevo Gobernador de los Países Bajos y Flandes.
1576 fue un año muy difícil en
Flandes. Tras el motín de Aalst y el
“saco
de Amberes”, sucedió el alzamiento religioso en las provincias de Zelanda y
Holanda.
D. Juan de Austria, siguiendo la política de apaciguamiento de su
antecesor, pagó las deudas atrasadas a los tercios, los sacó de los Países
Bajos en abril de 1577, y firmó el “Edicto
perpetuo”, por el que eliminó a la Inquisición y reconoció las libertades
flamencas a cambio de que ellos acatasen la monarquía española y la
restauración de la fe católica en el país.
Guillermo de Orange, jefe de los
rebeldes protestantes, lejos de apaciguarse, volvió muy pronto a rebelarse contra D. Juan de Austria y deshizo
en cuanto pudo su acción pacificadora.
Sin los tercios y con un puñado de
apenas 20 soldados, D. Juan de Austria, huyó de Bruselas, en un increíble golpe
de mano conquistó Namur y desde allí,
protegido por sus murallas, pidió ayuda y autorización al rey para que con
urgencia volvieran de nuevo a Flandes los Tercios Viejos de Italia y Nápoles.
El rey Felipe II ordenó que así se
hiciera y los tercios emprendieron de nuevo el camino español hacia Flandes para llegar con toda urgencia a
finales del mismo año 1577.
Así escribía y apremiaba Juan de Austria
a sus añorados tercios, alertados ya y en camino de avanzadilla unos 6.000, al
mando de su sobrino Alejandro Farnesio, de su misma edad y luchador a sus
órdenes en Lepanto. «A los magníficos
Señores, amados y amigos míos, los capitanes de la mi infantería que salió de
los Estados de Flandes. [...] A todos ruego vengáis con la menor ropa y bagaje
que pudiéredes, que llegados acá no os
faltará de vuestros enemigos».
Durante esta marcha de los tercios de
Italia en auxilio de D. Juan de Austria, murió otro de los grandes Maestres de
campo, D. Julián Romero, de quien luego
hablaremos, luchador en San Quintín y Las Gravelinas. En plena marcha hacia
Bruselas, murió repentinamente muy cerca de Cremona. Tenía 59 años; había
combatido durante 16 y había perdido en
distintos combates, un brazo, un ojo, un oído y una pierna y lo que más le dolía,
un hijo en lucha contra el enemigo.
D. Juan de Austria, desde Namur se encaminó hacia
Luxemburgo para unirse a la avanzadilla de los 6.000 tercios que llegaban de
Italia y con nuevas tropas extranjeras reclutadas por él mismo, juntó un ejército de 25.000 hombre
El 31 de enero de 1578, emprendió una nueva ofensiva contra Guillermo de
Orange, derrotó a las tropas de los Estados Generales en la batalla de Gemblous, (31 de enero de 1578) y
reconquistó de nuevo los Países Bajos y
Bravante.
D. Juan de Austria tras dos años de gobierno y pacificación de Flandes, solicitaba
con urgencia y con frecuencia, nuevos
envíos de dinero y tropas a su hermanastro el rey, pero éste, esperando
los envíos de América, no le enviaba ni lo uno ni lo otro.
Su secretario en Madrid, Acebedo, que le tenía al tanto de las novedades de la
Corte, fue asesinado en extrañas circunstancias por las mismas fechas (31 de
marzo de 1578).
De pronto cayó enfermo cerca de Namur y en un inhóspito y destartalado
inmueble, medio derruido, sufrió tan rápido y desconocido deterioro físico que
se llegó a pensar en un envenenamiento por parte de alguno de sus muchos
enemigos.
D. Juan de Austria, el gran vencedor de Lepanto y uno
de los más ilustres, queridos y admirados capitanes de los tercios españoles,
contaba solo con 31 años de edad cuando
murió el 1 octubre de 1578. Su cuerpo descansa en el Panteón Real del Monasterio
del Escorial.
Las crónicas resaltan que no dejó testamento, pues solo poseía lo
puesto.
Antes de morir nombró como sucesor suyo en los Países Bajos a su sobrino
y segundo jefe de los tercios, Alejandro Farnesio. Felipe II corroboró y aprobó, poco más tarde, dicha
designación.
3 Julián Romero (1519-1577)
Julián Romero, Maestre de Campo de los tercios, retratado por EL Greco, junto a su santo patrón. |
Julián Romero, con 16 años se alistó
en los tercios españoles, como mochilero y mozo de ayuda para el encargado del
tambor. Era el año de 1534.
Continuó su carrera militar sirviendo como
mercenario en el ejército inglés de Enrique VIII, con categoría de capitán. A
poco participó en la batalla de Pinkie Cleugh
en la que los ingleses obtuvieron una gran victoria sobre los escoceses. Enrique
VIII lo ascendió por los méritos conseguidos en dicho combate al mando de un
regimiento y le nombró Maestre de campo y Sir.
Rompió con el rey inglés cuando éste
se separó de la Iglesia católica para no servir a un monarca hereje, según sus
propias palabras.
En 1549 volvió a Flandes y se
incorporó a los tercios españoles.
En 1557 participó en la victoria de
San Quintín donde luchó con singular
bravura. Felipe II le nombró por sus méritos, Maestre de campo de la infantería
española y Caballero de la Orden de Santiago.
En 1558 luchó con gran fiereza en la batalla de las
Gravelinas, al frente de una
compañía de arcabuceros.
En 1561 se embarcó en Málaga como
capitán de tres compañías para incorporarse a la defensa de La Goleta. En 1562
regresó a España.
En 1577 se encontraba en Sicilia. D.
Juan de Austria solicitó y obtuvo del rey que, ante las difíciles
circunstancias por las que atravesaba, los tercios españoles volvieran de
Italia a Flandes en su ayuda y que fueran conducidos a través del “camino español” por Julián Romero en
calidad de Maestre de Campo General, como así se hizo.
En un memorial escrito poco antes de su muerte en el que
solicitaba licencia para retirarse definitivamente y descansar, escribía: “Ha que sirvo a su Majestad la Navidad que viene, cuarenta años, sin
apartarme en todo este tiempo de la guerra y los cargos que me han dado, y en
ellos he perdido tres hermanos y un brazo y una pierna y un ojo y un oído y lo
demás de mi persona tan fatigado de heridas que me resiento de ellas, y ahora últimamente un hijo en quien yo tenía puestos los ojos”. (Tomado
del libro “Tercios de España” de Fernando Martínez Laínez y José María
Sánchez de Toga).
Su último servicio a la corona
española fue conducir los tercios de Italia a Flandes juntamente con Alejandro
Farnesio como lugarteniente, para auxiliar
la apurada situación en que se encontraba D. Juan de Austria en 1577. En el
trayecto, entre Alessandria Della Pagia y Solerio, murió repentinamente subido
a su caballo. Tenía 59 años.
Lope de Vega compuso una comedia
basada en la vida de este heroico Maestre de campo de los tercios españoles.
Continuará
José Manuel Gutiérrez Bravo
Maestro nacional y doctor en
Historia
Fundador y exdirector de la
Universidad Laboral de Toledo
Villanueva de la Peña, 27 de
enero de 2018
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