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70. Con mera calderilla

 
      CON MERA CALDERILLA…


                                   6. DESDE UN SABOR A GLORIA

    Lo definía muy bien el catecismo del padre Ripalda: “Orar es levantar el corazón a Dios...”. Las aves levantan el vuelo y el corazón del hombre también se eleva.
Empezamos el día exprimiendo unas naranjas y haciéndonos con ellas un zumo de delicia. Nos sabe a gloria. Es puro néctar. Lo saboreamos mientras nuestro corazón salta en vuelo al Dios de los grandes y pequeños regalos. Este es un regalo caído del Cielo en la primera hora de la mañana.
Una gratitud que remeda el vuelo de muchas aves se nos levanta desde los adentros del alma, mientras nos bebemos a sorbos este presente de Dios generoso y bueno. Apurado el vaso, nuestra gratitud al Altísimo pliega sus alas en agradecimiento y nos sentimos felices.
Ha sido nuestra breve y entrañable oración de la mañana.
Una gaviota, mientras, ha cruzado el cielo, planeando un blancor que daña a los ojos al darle el sol de la mañana. Pasea solemne su blanco de cuerpo y de alas desplegadas. Otro regalo de Dios para nuestros ojos en este amanecer: el que sus aves le glorifiquen con su armonioso baile. Nos unimos a esa alabanza natural y nos alegra el alma el que las criaturas cumplan su designio de embellecer el mundo.
El mundo con su hermosura es un himno a su Creador. Nos felicitamos de que así sea. La alegría que nos recorre el alma, que se levanta en vuelo de gratitud y felicidad es nuestra oración.
CUR
 

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